FUENTE: AFP

En el norte de Tailandia, 97 kilómetros de aguas fangosas del Mekong suscitan el apetito de China que espera tomar el control de esta parte del río, vital para millones de personas, y asentar su presencia en el sudeste asiático. China quiere dragar este trozo del río para que puedan navegar por él grandes cargueros y eventuales navíos de guerra.

El lugar, estratégico, permitiría a Pekín conectar la provincia china de Yunán y, después de atravesar Birmania, Tailandia, Laos, Camboya y Vietnam, llegar a las disputadas aguas del mar de China meridional.

Con el eslogan, «Río compartido, futuro compartido», el gigante asiático se defiende de cualquier voluntad expansionista y asegura que las grandes intervenciones tienen como único fin el desarrollo duradero del Mekong y que los beneficios serán distribuidos entre los otros cinco países que lo comparten.

Mapa con el río Mekong
FUENTE: AFP / Laurence Saubadu

Pero la impronta de China y, sobre todo las numerosas represas que construye, ya han transformado profundamente la fisonomía del río.

Alimenta a unos 60 millones de personas, pero actualmente ha alcanzado niveles anormalmente bajos en algunos lugares, y las tierras ricas en nutrientes del delta de Vietnam no paran de empobrecerse, la cantidad de peces ha disminuido drásticamente y las especies endémicas como el pez gato gigante están en vías de extinción.

Km 1, en el centro del «Triángulo de oro»

En la ciudad tailandesa de Sop Ruak (noreste) los turistas se toman selfis delante de un cartel que marca la puerta de entrada al «Triángulo de oro», centro del tráfico de droga, a caballo entre Birmania, Laos y Tailandia.

En el fondo, rocas y bancos de arena forman el lecho del Mekong.

El pescador Kome Wilai muestra un ejemplar capturado en el lado tailandés del río Mekong cerca del «Triángulo de Oro», en la provincia de Chiang Rai, el 20 de septiembre de 2019
FUENTE: AFP / Lillian Suwanrumpha

Es aquí donde China ha previsto realizar el primer dragado del río, uno de los quince puntos a lo largo de los 97 km, para permitir el paso de barcos de transporte de mercancías de más de 500 toneladas.

Las orillas se convertirían en «zona económica especial» con puertos, conexiones ferroviarias y carreteras.

«Con el tiempo, quieren transformar el Mekong en una autopista para el flete», lamenta Pianporn Deetes, de la ONG International Rivers en conversación con la AFP.

Pero por el momento, los proyectos de Pekín están en el aire. Tras cerca de 20 años de batalla, los militantes ecologistas tailandeses consiguieron suspender en marzo el proyecto de dragado de 15 puntos, ya que temen que destruya un poco más el ecosistema.

Une victoria provisional, temen los militantes, pues la oposición local suele resultar raramente victoriosa frente a las ambiciones del gigante que considera al sudeste asiático como su patio trasero natural.

Pekín ya se ha impuesto en algunas partes del río en Camboya y Laos, dos países aliados a los que ha inyectado miles de millones de dólares en inversiones.

Km 10, pésima pesca

Una imagen aérea tomada el 19 de septiembre de 2019 desde la provincia tailandesa de Chiang Rai de unos edificios a lo largo del río Mekong en el lado de Laos del «Triángulo de Oro»
FUENTE: AFP / Lillian Suwanrumpha

«He echado dos veces hoy las redes y no he pescado nada», lamenta Kome Wilai que vive a una decena de kilómetros río abajo de Sop Ruak. Aquí, el nivel del Mekong puede bajar entre 1,5 y 3 metros súbitamente.

Los pescadores lo achacan a la represa de Jinghong, una de las 11 que operan en China sobre el Mekong.

«Cuando cierran las compuertas de la represa, afecta a todo el mundo a lo largo del río», lamenta Prasong La-on, jefe del distrito.

Con el control del flujo, Pekín posee una forma de presión considerable.

La embajada de China en Bangkok asegura que el país no retiene el agua y «tiene muy en cuenta» las necesidades de sus vecinos.

«China solo controla el 12% de las aguas del Mekong», dice por su parte China Water Risk, una ONG con sede en Hong Kong, que apunta a la responsabilidad de otros países que han construido también represas, en particular Laos.

Unos barcos atracados el 20 de septiembre de 2019 en el río Mekong, en el lado tailandés del «Triángulo de Oro», en la provincia de Chiang Rai
FUENTE: AFP / Lillian Suwanrumpha

Este pequeño país pobre y enclavado, ambiciona convertirse en la batería del sudeste asiático y ha permitido la construcción de decenas de estructuras hidroeléctricas en el Mekong y sus afluentes.

Km 45, reproducción

En la ciudad tailandesa de Khon Pi Long se encuentra «la zona de reproducción de peces y aves», señala Niwat Roikaew, un activista que encabeza las protestas contra el dragado del Mekong.

«Este ecosistema clave es transitorio. Pero ahora, los niveles del río dependen de la apertura de las compuertas de la represa», lo que «no puede funcionar», lamenta.

Unos turistas chinos desembarcan en el río Mekong en la provincia tailandesa de Chiang Rai, en el «Triángulo de Oro», el 19 de septiembre de 2019
FUENTE: AFP / Lillian Suwanrumpha

En cuanto a las algas, alimento privilegiado de los peces gato gigante, son cada vez menos abundantes y crecen más tarde.

Esta situación podría tener consecuencias devastadoras en varios cientos de kilómetros río abajo.

El lago Tonlé Sap en Camboya, vinculado con el Mekong, ya se ha visto afectado. La inmensa reserva representa la principal fuente de proteínas del país, pues en él se pescan medio millón de toneladas de peces al año, según Bryan Eyler, autor de «Los últimos días del Mekong».

En Vietnam, el delta del río está cada vez más amenazado por la salinización: los sedimentos bloqueados por las represas río arriba no impiden que el agua del mar se filtre.

Km 97, resistencia

Un pescador recoge una red en el lado de Laos del río Mekong River cerca de Huay Xai el 20 de septiembre de 2019
FUENTE: AFP / Lillian Suwanrumpha

En Huai Lek, una última pila de rocas bloquea las aspiraciones de Pekín.

Thongsuk Inthavong, antiguo jefe del pueblo, observa en la orilla de enfrente a Laos, los pequeños terrenos vendidos uno a uno a los inversores chinos para convertirlos en grandes plantaciones de banano.

Pekín, que trata también de comprar tierras en el lado tailandés, encuentra aquí más resistencia.

«China juega con nosotros como un juguete», dice Thongsuk. «Esto me irrita, pero defenderemos nuestro río»