Unas decisiones son irrelevantes, pero otras en cambio marcan el curso de nuestra vida. Por lo que decidir algo no es pensarlo y dejar la idea en el aire, sino ir a por ello hasta alcanzarlo
FUENTE: ABC
Tomar las riendas de nuestra vida puede no ser tarea fácil. Con el paso de los años nos vamos encontrando con situaciones cada vez más complejas, y mientras que hay decisiones irrelevantes como por ejemplo elegir la vestimenta cada día o el destino vacacional de cada verano, hay otras mucho más importantes, como escoger la carrera profesional que vamos a estudiar, el lugar de residencia o incluso una ruptura. En cualquier caso, la importancia que se le da a cada uno de unos actos es diferente entre unos y otros: la elección que para mí es importante puede no serlo para otra persona.
En lo que sí coincidimos todos los individuos del mundo es en lo complicado que se ve cuando hay que escoger entre dos o varias opciones. A todos nos ha pasado en más de una ocasión escuchar una reflexión de alguien acerca de la vida, y que al oírla tu corazón te diga que es cierto, que te emocione el mensaje. Pero tras pasar el instante en que se te pone el vello de punta, tu rutina vuelve a ser la que era y vuelven las largas listas de acciones cotidianas que te llevan a los mismos resultados con los mismos hechos. «Cuando tienes un objetivo y tu mente hace este objetivo más suyo, lo que obtienes es mayor entusiasmo, y eso te hace aumentar la vibración de aquello que quieres lograr. Así funciona. Decidir algo no es pensarlo y dejar la idea en el aire. Las decisiones son actos de enunciar, actuar y desarrollar con la fe de que es posible».
Por qué nos cuesta tomar decisiones
Como hemos dicho, no todas las decisiones a las que nos enfrentamos son difíciles de tomar. Tomar decisiones no es tan complicado cuando realmente entendemos bien el concepto. «Tomar decisiones lleva intrínseco una acción inmediata, y eso es lo que la convierte en una decisión. En caso de no ser así supone una idea más a un saco de una lista de deseos».
Es el miedo el que nos aborda cada vez que hay que nos debatimos entre varias posibilidades. Esta emoción bloquea incluso la emoción de las consecuencias; una fuerza limitante de la imaginación de vernos con el resultado obtenido o con la recompensa de satisfacción por haberlo conseguido.