Los informes de China y los resultados de los modelos moleculares sugieren que el medicamento, que parece unirse a una enzima clave en el SARS-CoV-2 podría marcar la diferencia con los fármacos estudiados hasta ahora. “Si funciona, lo sabremos en unas pocas semanas”, aseguran los investigadores
FUENTE: INFOBAE
Un medicamento de venta libre en los EEUU para tratar la acidez estomacal se sumó a la lista de posibles tratamientos contra el nuevo coronavirus.
Según publicó la revista Science, a diferencia de otras drogas en estudio, los responsables de la investigación del sistema hospitalario de Nueva York mantuvieron esta alternativa en secreto hasta tanto asegurarse algunos resultados. Pero lo cierto es que desde el 7 de abril, comenzaron a administrar a pacientes con COVID-19 en Northwell Health en el área de la ciudad de Nueva York famotidina por vía intravenosa, a nueve veces la dosis de acidez estomacal.
Es que al revisar 6212 registros de pacientes con coronavirus, los médicos notaron que muchos sobrevivientes habían sufrido acidez estomacal crónica y estaban tomando famotidina en lugar de omeprazol, el medicamento de elección tanto en los EEUU como entre la población china de mayor poder adquisitivo. Los especialistas advirtieron que los pacientes hospitalizados con COVID-19 que recibían famotidina “parecían estar muriendo a una tasa de alrededor del 14% en comparación con el 27% para aquellos que no tomaban el medicamento”, aunque el análisis fue crudo y el resultado no fue estadísticamente significativo.
A diferencia de otras drogas que el sistema de 23 hospitales está probando, incluido el sarilumab de Regeneron y el remdesivir de Gilead Science, Northwell mantuvo el estudio de la famotidina en secreto para asegurar un arsenal de investigación antes de que otros hospitales, o incluso el gobierno federal, comenzaran a comprarlo. “Si hablamos de esto con las personas equivocadas o demasiado pronto, el suministro de medicamentos se iría”, reconoció Kevin Tracey, un ex neurocirujano a cargo de la investigación del sistema hospitalario.
Tracey y sus colegas tuvieron la idea de estudiar la famotidina después de que se observó que a algunos pacientes en China que tomaban el medicamento les fue mejor que a los pacientes que no lo tomaron. Y si bien aún no se publicaron estudios sobre los pacientes chinos, el doctor Michael Callahan, un especialista en enfermedades infecciosas del Hospital General de Massachusetts que trabajó con pacientes con coronavirus en China, observó que algunas personas con ingresos más bajos sobrevivían por más tiempo que sus contrapartes más ricas que también tenían acidez estomacal.
Cuando Callahan y los médicos chinos ahondaron, descubrieron que muchas de las personas con ingresos más bajos tomaban famotidina, mientras que los pacientes más ricos tendían a tomar un medicamento diferente y más caro.
Así, hasta el pasado sábado, 187 pacientes con COVID-19 en estado crítico, incluidos muchos con asistencia respiratoria, se habían inscrito en el ensayo en Nueva York, que apunta a un total de 1174 personas.
Al parecer, los informes de China y los resultados de los modelos moleculares sugieren que el medicamento, que parece unirse a una enzima clave en el SARS-CoV-2, podría marcar la diferencia con el resto de los medicamentos en estudio. Sin embargo, Tracey prefirió no provocar entusiasmo prematuro y no se refiere a las perspectivas de la famotidina, al menos hasta que se presenten los resultados provisionales de los primeros 391 pacientes. “Si funciona, lo sabremos en unas pocas semanas”, aseguró.
Fue con los datos chinos tentadores y el modelo apuntando hacia la famotidina, un medicamento de bajo costo y generalmente seguro, que Callahan contactó a Tracey para realizar un estudio aleatorio doble ciego. Los pacientes con COVID-19 con función renal disminuida serían excluidos porque las dosis altas de famotidina pueden causar problemas cardíacos en ellos.
Después de obtener la aprobación de la Administración de Drogas y Alimentos, Northwell utilizó sus propios fondos para lanzar el esfuerzo. Sólo tomar la mitad de la famotidina necesaria en viales estériles tomó semanas, porque la versión inyectable no se usa ampliamente. El 14 de abril, la Autoridad de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado de los EEUU (BARDA), que opera bajo Kadlec, otorgó a Alchem un contrato para el ensayo, la mayoría del cual pagó los costos de Northwell.
La evidencia anecdótica alentó a los investigadores de Northwell. Después de hablar con Tracey, David Tuveson, director del Centro de Cáncer del Laboratorio Cold Spring Harbor, le recomendó famotidina a su hermana de 44 años, ingeniera de los hospitales de la ciudad de Nueva York, que había dado positivo a COVID-19 y desarrollado, además de síntomas de hipoxia. La mujer tomó su primera megadosa de famotidina oral el 28 de marzo y a la mañana siguiente, su fiebre había cedido y su saturación de oxígeno volvió a un rango normal. Cinco compañeros de trabajo enfermos, incluidos tres con COVID-19 confirmado, también mostraron mejoras dramáticas al tomar versiones sin receta del medicamento, según una hoja de cálculo de historias de casos que Tuveson compartió con Science. Muchos pacientes con COVID-19 se recuperan con medicamentos simples para aliviar los síntomas, pero Tuveson acredita el medicamento contra la acidez estomacal. “Yo diría que fue un efecto de penicilina”, dice.
Después de que una cadena de correo electrónico sobre la experiencia de Tuveson se extendió ampliamente entre los médicos, Timothy Wang, jefe de gastroenterología del Centro Médico de la Universidad de Columbia, vio más indicios de la promesa de la famotidina en su propia revisión retrospectiva de los registros de 1620 pacientes hospitalizados con COVID-19. La semana pasada, compartió los resultados con Tracey y Callahan, y los agregó como coautores en un artículo que ahora está en revisión en Annals of Internal Medicine. Sin embargo, los tres investigadores enfatizan que la prueba real es la prueba que se está llevando a cabo. “Todavía no sabemos si funcionará o no”, reconoció Tracey.