Un estudio con 369 estrellas parecidas al Sol concluye que lo «normal» sería que su brillo fuera mucho mayor

FUENTE: ABC

Reconstruir cómo fue la actividad del Sol hace miles de años es algo difícil, pero no imposible. De hecho, hay dos métodos que permiten hacerse una idea del número de manchas y del brillo solar en el pasado, o por lo menos durante un cierto periodo de tiempo en el pasado. Desde 1610, por ejemplo, existen registros fiables de científicos que observan y contabilizan manchas solares. Y para periodos anteriores contamos con el testimonio mudo de los anillos de los árboles y los núcleos de hielo extraídos de las regiones polares. En ambos casos, la distribución de las distintas variedades de carbono y berilio en las diferentes capas, o anillos en el caso de los árboles, permiten a los científicos extraer conclusiones sobre el nivel de actividad solar durante los últimos 9.000 años.

Hasta ahora, los investigadoreres han encontrado que durante ese periodo de tiempo se han producido, regularmente, fluctuaciones en la intensidad solar que resultan comparables a las que se han medido en las últimas décadas. «Sin embargo -afirma Timo Reinhold, del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar y autor principal de un estudio recién aparecido en Science- comparados con toda la vida útil del Sol, 9.000 años son solo un abrir y cerrar de ojos. Después de todo, nuestra estrella tiene por lo menos 4.600 millones de años. Y es concebible que ahora el Sol esté pasando por una fase tranquila desde hace varios miles de años y que, por lo tanto, nos hayamos hecho una imagen distorsionada de nuestra estrella».

¿Pero cómo averiguar cuál era la actividad del Sol hace cientos de miles o incluso millones de años? Dado que no hay forma de obtener esta información directamente, los científicos decidieron recurrir a las estrellas. De este modo, trataron de averiguar si el comportamiento actual del Sol es o no «normal», comparándolo al de otras estrellas similares de nuestro entorno.

Buscando estrellas como el Sol

Así que los investigadores empezaron a seleccionar estrellas candidatas que se parecieran al Sol en algunas de sus propiedades más importantes. Además de la temperatura superficial, la edad o la proporción de elementos más pesados que el hidrógeno y el helio, Reinhold y su equipo se fijaron también, y de forma muy especial, en su periodo de rotación. «La velocidad a la que una estrella gira alrededor de su propio eje -explica por su parte Sami Solanki, coautor del estudio- es una variable crucial».

La rotación de una estrella, en efecto, contribuye de forma decisiva a la creación de su campo magnético el cual, prosigue Solanki, «es la fuerza impulsora responsable de todas las fluctuaciones en la actividad». El estado del campo magnético, por ejemplo, determina con qué frecuencia el Sol emite radiación energética y arroja partículas a altas velocidades hacia el espacio en erupciones violentas. Y también el número de manchas oscuras sobre su superficie y, por lo tanto, su brillo.

Pero un catálogo lo suficientemente completo con los periodos de rotación de miles de estrellas es algo que solo está disponible desde hace unos pocos años. El catálogo manejado por los autores de este estudio se basa en datos de medición del telescopio espacial Kepler, de la NASA, que registró fluctuaciones de brillo en aproximadamente 150.000 estrellas de la secuencia principal (las que están, como el Sol, en el ecuador de sus vidas), entre 2009 y 2013.

Entre todas esas estrellas, los investigadores buscaron y seleccionaron las que tienen un periodo de rotación de entre 20 y 30 días, similar al del Sol, que es de 24,5 días. La muestra se redujo aún más usando también los datos de la misión europea Gaia. Al final, quedaron 369 estrellas, similares al Sol en varias de sus propiedades fundamentales.

Una actividad demasiado baja

El análisis detallado de las variaciones de luminosidad en esas estrellas entre 2009 y 2013 revela una imagen clara y sorprendente. Sus fluctuaciones de brillo, en efecto, resultaron ser, por norma, hasta cinco veces superiores a las de nuestro sol. «Nos sorprendió mucho que la mayoría de las estrellas similares al Sol sean mucho más activas que él», sentencia Alexander Shapiro, que encabezó el grupo de investigación.

Los resultados se prestan a varias interpretaciones diferentes. Pero lo más interesante es que estas estrellas nos están mostrando las fluctuaciones de actividad de las que realmente el Sol es capaz. Si ese fuera el caso, significaría que durante los últimos 9.000 años nuestra estrella particular ha sido inusualmente débil y que en realidad, lo normal sería que mostrara una actividad mucho mayor.

Sin embargo, los investigadores creen que no hay motivos de preocupación inminentes. Para el futuro próximo, en efecto, no parece haber indicios que presagien una «hiperactividad solar». Al contrario, durante la última década el Sol se ha mostrado bastante débil, incluso con respecto a su ya baja actividad media. Y las previsiones de actividad para el próximo ciclo de once años indican que esta situación no va a cambiar demasiado pronto.

Lo cual no quiere decir que, para ciclos siguientes, el Sol no pueda «despertar» de su actual letargo y empezar a comportarse del mismo modo en que lo hacen las demás estrellas similares a él. En todo caso, deberíamos prepararnos a conciencia para cuando eso suceda.