FUENTE: nationalgeographic.com.es
El más pequeño de los colibríes puede pesar menos de dos gramos. El más grande solo llega a los 20 gramos. Así son los fascinantes colibríes:
Carrera de obstáculos aérea.
Cuando la vegetación es densa, los colibríes tienen que esquivar las ramas y las hojas. Marc Badger, de la Universidad de California en Berkeley, reproduce esas acrobacias en el laboratorio obligando a las aves a volar a través de unos estrechos orificios, una situación que el fotógrafo ha recreado en esta imagen. Para colarse por un agujero ovalado, este colibrí de Anna da una sacudida lateral, alterando el aleteo para evitar el contacto con la mampara. Para captar la maniobra en un solo fotograma, se disparó tres veces un flash estroboscópico durante una exposición de 0,4 segundos.
Sacudiéndose la lluvia.
A menudo los colibríes desafían los aguaceros para beber néctar y no morir de inanición. Este colibrí de Anna se sacude el agua igual que hacen los perros, con una oscilación de la cabeza y del cuerpo. Según investigadores de la Universidad de California en Berkeley, cada sacudida dura cuatro centésimas de segundo y somete la cabeza del ave a 34 veces la fuerza de la gravedad. Y lo más increíble: pueden hacerlo mientras vuelan o cuando están posados sobre una percha.
La fuerza del aleteo.
Un colibrí de Anna revolotea dentro de una cámara de la Universidad Stanford que graba al instante la minúscula onda de presión generada con cada aleteo. Antes de que Rivers Ingersoll y David Lentink diseñaran este dispositivo, se recurría a las teorías de la aerodinámica para calcular las fuerzas producidas por los animales al volar libremente.
A toda máquina.
Los túneles de viento permiten a los investigadores observar la mecánica de vuelo de los colibríes a velocidades de hasta 56 kilómetros por hora. Este colibrí gorjinegro participa en un experimento de la Universidad de California en Riverside para probar si los cortejos aéreos son una buena muestra de las capacidades físicas de un ave. En otras palabras: los machos que exhiben los vuelos en picado más acrobáticos para impresionar a las hembras ¿son también los que vuelan más rápido? Para esta fotografía se añadió una niebla de vapor de agua que permite ver el viento.
Don de lenguas
El recipiente de vidrio del que bebe néctar artificial un colibrí de Anna permite ver la lengua bífida del ave. Para mantener su enérgico vuelo, los colibríes pueden llegar a consumir una cantidad de néctar superior a su peso corporal, gracias a una lengua que repite el movimiento de absorción hasta 15 veces por segundo. El néctar artificial que consumen los colibríes en cautividad contiene proteína en polvo y otros nutrientes que aquí se aprecian como puntos blancos.
Fuerza de sustentación.
La mayoría de las aves generan una fuerza ascendente, o sustentación, solo con batir las alas hacia abajo. El secreto de la capacidad que tienen los colibríes para el vuelo estacionario estriba en el movimiento casi simétrico de sus alas, lo que les permite lograr sustentación tanto al batirlas hacia abajo como hacia arriba. Gracias a un generador de niebla ultrasónico, los investigadores pueden observar los vórtices que provoca este colibrí de Anna al final de cada medio ciclo, cuando las alas giran más de 90 grados y cambian la dirección del vuelo.
En busca del ave más pequeña del mundo, hemos llegado hasta el patio trasero de una casa de Pálpite, Cuba. El ornitólogo Christopher Clark tiene un coche lleno de material para descargar: cámaras, equipos de sonido, una jaula transparente con forma cúbica… Pocos minutos después de nuestra llegada esta mañana de mayo, Clark ya está caminando en círculos. Intenta seguir el recorrido de una bala con alas que vuela de un grupo de flores de coralillo a otro. Mientras el colibrí se detiene para sorber el azucarado alimento de las flores, sus alas continúan batiendo en medio de un torbellino grisáceo, demasiado rápido para que el ojo humano pueda observarlo.
Incluso para los estándares liliputienses de estas aves, el colibrí zunzuncito (Mellisuga helenae) es un enano: es el ave más pequeña del mundo. Su cuerpo verde iridiscente pesa poco más que una almendra. El zunzuncito debe su nombre al sonido que hace, y es todavía más pequeño que su pariente el colibrí esmeralda zunzún.
Lo que le falta en tamaño, lo compensa con entusiasmo cuando detecta una visita en su territorio. Se trata de una hermosa hembra, encerrada en la jaula que Clark ha colocado sobre un tejado de chapa. Si es consciente de que la hembra está enjaulada, su ardor no se ha enfriado lo más mínimo. Despega en vertical desde una rama, se queda suspendido en el aire y lanza un trino hacia ella.
Luego se eleva a más altura, hasta que no es más que un puntito en el cielo nublado.
Después, cual montaña rusa que ha llegado al punto más alto, cabecea y se lanza en picado hacia el suelo. En un instante, el osado colibrí repite una y otra vez el movimiento: ascenso, vuelo en picado y pasada a ras de suelo. Estas maniobras no duran más que un segundo. Entonces desaparece, y a su paso no deja más que el temblor de las hojas.
A pesar de que he mirado fijamente el cortejo, en realidad no he podido verlo. Tampoco Clark, pero él ha hecho algo mejor. Lo ha grabado con una cámara de alta velocidad que capta 500 fotogramas por segundo. Tras descargar el vídeo –la primera vez que se graba a esta especie a una velocidad de cámara tan elevada–, me lo enseña en su ordenador portátil, clicando en cada uno de los fotogramas que tanto le ha costado conseguir. Solo entonces vemos las impresionantes maniobras que la velocidad del colibrí nos ocultaba.
Durante los últimos ocho años, Clark ha viajado desde el desierto de Arizona hasta la selva de Ecuador y las zonas rurales de Cuba para grabar las paradas nupciales de los colibríes. De regreso en su laboratorio de la Universidad de California en Riverside, el profesor examina los vídeos para ver qué revelan sobre el vuelo de estas aves. Sus hallazgos podrían contribuir a conocer mejor el vuelo de los animales en general y los sistemas de apareamiento de los colibríes en particular.
Con sus vertiginosos movimientos y su vistoso plumaje, estas criaturas parecen un híbrido de carne, plumas y fuegos artificiales. Las alas de algunas especies baten hasta cien veces por segundo. Su corazón puede latir más de mil veces por minuto, y tragan néctar gracias a un movimiento casi invisible de la lengua.
En los jardines o en los bebederos para aves de los patios traseros de las casas, son el mejor ejemplo de la belleza fugaz. ¿Quién podría resistirse a la tentación de observarlos a cámara lenta, diseccionar sus movimientos y vivir, aunque sea brevemente, en su mundo?
Los colibríes habitan exclusivamente en América. Desde el sur de Alaska hasta Tierra del Fuego, existen unas 340 especies descritas. El lugar con mayor diversidad está en el norte de los Andes, donde 290 especies residen en las selvas de tierras bajas, en los bosques nubosos de las cumbres y en todos los ecosistemas que hay entre medio.
El más pequeño puede pesar menos de dos gramos. El más grande, el colibrí gigante, que habita en Perú y Chile, pesa unos 20 gramos.