Jesús nos enseñó la oración “Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra, danos hoy nuestro cotidiano. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal, porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”.
Lo importante explicó Jesús es perdonar sinceramente, porque si perdonareis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre Celestial. Más si no perdonareis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas. Y cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, austeros; porque ellos demudan sus rostros para parecer a los hombres que ayunan; de cierto os digo, que ya tienen su pago. Mas tú, cuando ayunas, unge tu cabeza y lava tu rostro; para no parecer a los hombres que ayunan, sino a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en secreto.
Continuó Jesús diariamente las enseñanzas, dijo no hagáis tesoros en la Tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; mas haced tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan: porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo será luminoso: Mas si tu ojo fuere malo, todo tu cuerpo será tenebroso. Así que, si la lumbre que en ti hay son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?.
Recalcó que ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se llegará al uno o menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a Mammón. Por tanto os digo: No os congojéis por vuestra vida, qué habéis de comer o de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir: ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo que el vestido?. Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre Celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?.
Más os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?. No os congojéis, pues diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos?. Porque los Gentiles buscan todas estas cosas; que vuestro Padre Celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester.
SAN MATEO VII, 1-29
Todas estas escrituras dejan un extraordinario mensaje de enseñanza, por ello, no juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, os volverán a medir. Y ¿por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu ojo. Cómo dirás a tu hermano: Espera echaré de tu ojo la mota y he aquí la viga en tu ojo?. Hipócrita, echa primero la viga de tu ojo, y entonces mirarás echar la mota del ojo de tu hermano. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, porque no las rehuellen con sus pies y vuelvan y os despedacen.
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque cualquiera que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué hombre hay de vosotros, a quien si su hijo pidiere pan, le dará una piedra? ¿Y si le pidiera un pez, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos, dará buenas cosas a los que le piden?. Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también hacer vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan. Y guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros convertidos de ovejas, más de dentro son lobos rapaces. Por su fruto los conoceréis. ¿Cógense uvas de los espinos, o higos de los abrojos?.
Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto, cortase y échese en el fuego. Así que, por su fruto los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, más el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre no lanzamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?. Entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad. Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la peña. Y descendió la lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa y no se cayó: porque estaba fundada sobre la peña. Y cualquiera que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, é hicieron ímpetu en aquella casa; y cayó y fue grande su ruina. Y fue que, como Jesús acabó estas palabras, las gentes se admiraban de su doctrina. Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los Escribas. (S.R.).
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