Julio César Hernández C.

La política es considerada por muchos como una actividad creadora, en donde sus ejecutores están llamados a efectuar propuestas novedosas y motivantes para la ciudadanía. A través de la política se encauza el ideal humano de búsqueda del bienestar, la paz, la justicia, el bien común y hasta la dominación hegemónica. Implica tener simultáneamente criterios o visiones sobre modelos que puedan mejorar una sociedad; su implementación en un sentido alto, puede afectar la vida y el destino de una Nación o de una República, para bien o para mal. En consecuencia, la actividad política no puede estar o quedar en manos de personas que no saben resolver problemas derivados de la convivencia humana, ni menos aún que no tengan mínimos conocimientos sobre esa materia.

En realidad a muchos ciudadanos, les atraen tanto los asuntos públicos y partidistas, como el funcionamiento de las Instituciones Políticas del Estado, y bregan por llegar a pertenecer a las mismas. El recorrido en tal sentido, no es corto ni fácil, aunque a veces sí lo es. Los escenarios de este transcurrir son diversos y considerables en distintos niveles territoriales y políticos; todos ellos, cuando la actividad se toma con disciplina, mesura y responsabilidad exigen preparación y estudio permanente. Esa educación debe empezar desde la familia, donde se debe instruir a sus niños para que generen conductas de integración y adaptación armónica dentro del ámbito humano en el cual conviven.

El gusto por la política no solamente implica estar al servicio de los ciudadanos, lo cual resulta medular; también comprende la lucha por el poder, con el cual se pueden dictar políticas de gobierno y hasta someter a una sociedad. “Quien hace política aspira al poder” afirmó Weber en innumerables ocasiones. Ese poder se busca según este connotado autor, como medio para la consecución de fines altruistas o egoístas o para gozar de prestigio. Se sabe que, quien gusta de la política vive para ella, con sus altas y sus bajas o vive de ella, con los reproches sociales que esto acarrea.

Hacer política implica para su ejecutor, tener varias cualidades: sensibilidad, vocación de servicio, responsabilidad, respeto por la gente; pero además de estas fortalezas debe sentir atracción por su actualización permanente en las distintas áreas de las ciencias sociales, para no lucir improvisados o ignaros en el desempeño de esta actividad. También desplegar energía espiritual y ser una persona motivante, lo cual por lo demás, según los entendidos sobre la ciencia política es señal de vocación política. Con la obligación adicional de dar a conocer a los ciudadanos con los que se relaciona su trayectoria y aprendizajes adquiridos.

Que recuerden quienes sienten gusto y vocación por la política, que los ciudadanos tienen el derecho-deber de conocer y exigir se les haga saber la ideología o concepciones que sobre la misma tienen los políticos que requieran de sus votos o apoyos, todo con la finalidad de que puedan valorar la hondura y calidad de sus razonamientos; que conozcan en qué consiste su actividad creadora, las iniciativas políticas emprendidas y consensuadas con la gente y su nivel y hábitos de vida entre las más destacadas, dado que los políticos son personas públicas.

La política establece los límites entre la guerra de todos contra todos, y la discusión polémica con el enemigo o adversario. Por ello, no hay necesidad de la difamación, la injuria, el insulto o la degradación de aquellos, como se hace con cierta frecuencia. El pensar, el hablar y el actuar son, según Hannah Arendt, eslabones sin los cuales no se puede formar ninguna comunicación directa con la gente; y así se piensa debe ser recibido y aplicado por quienes gustan de la política racional y no por ello sin conflictos, dado que su ejercicio implica normalmente antagonismo, más no barbarie.

En conclusión, si le gusta la política recuerde que esta implica “un esfuerzo tenaz y enérgico para taladrar tablas de madera dura”, como así señaló Max Weber. Ese esfuerzo requiere pasión, mesura y responsabilidad. No basta el puro voluntarismo o la determinación. La política es una ciencia de conciencia, constancia y circunstancia, lo cual requiere trabajo, olfato y capacidad de análisis. Puede afirmarse como se ha escrito ya, y la historia lo confirma, que el hombre jamás habría podido alcanzar lo posible, si no se hubiera lanzado siempre y de manera constante a conquistar lo imposible a través de su gusto por la política.