Por: Julio César Hernández Colmenares
Puede considerarse como una virtud cívica, como un valor humano. El término es usado por primera vez, en el siglo XVII en idioma francés, en una Europa de intolerancia religiosa y organizada como una sociedad de grupos cerrados. Sin embargo, es con el cristianismo un siglo más adelante que se amplía su uso y significación para referirse a la caridad con el prójimo. El cercano, el que es hijo de Dios, por serlo es nuestro hermano. La solidaridad comunitaria en base a estos postulados, es la búsqueda del bien de todos. Debe tener su origen en el seno de la familia, es allí donde este valor se debe inculcar con más vigor, para luego extenderse en la sociedad.
En estos días de pandemia, cuidarnos unos a otros, es un gesto de solidaridad comunitaria básica. Y es que ser solidario es una conducta que implica no sólo involucrarse en positivo en los problemas de la comunidad, sin esperar recibir nada a cambio, si no también satisfacer la necesidad espiritual de ser útil, por ser otro sentimiento o convicción que se debe tener presente o fortalecer en estos días de diversa dificultad. A través de ella se puede fortalecer la cohesión social, para alcanzar metas comunes, que al ser resueltas vienen a satisfacer intereses sociales.
La solidaridad comunitaria debe encarnar entonces un sentimiento de colaboración y atención permanente de las personas hacia los problemas que confronta el entorno local en el cual se vive o se desenvuelve. Es precisamente este valor de la solidaridad uno de los más importantes dentro del actual Estado Democrático, Social, de Derecho y de Justicia, pues a través del mismo tanto el Poder Público como la misma población, asumieron el compromiso en la necesaria convivencia de compartir y asumir las necesidades de los más débiles como propias. En tal sentido, el texto constitucional dispuso que las anteriores tareas son deberes constitucionales de los ciudadanos, los que adicionalmente deben “cumplir con sus responsabilidades sociales y participar solidariamente en la vida comunitaria del país, promoviendo y defendiendo los derechos humanos como fundamento de la convivencia democrática y de la paz social”.
De tal manera que cuando se práctica la solidaridad comunitaria, esta conducta o actitud debe estar dirigida a la protección y defensa de la dignidad humana, que es el núcleo central de los derechos humanos, dado el valor racional, moral y espiritual de las personas. La solidaridad implica entonces en tiempos de pandemia por ejemplo, intentar difundir los rasgos característicos de la misma, sobre todo, valores como la justicia y el bien común, pues en esa misma medida, la misma no será tan requerida. Tanto la solidaridad como la justicia y el bien común, tienen que ver con el desarrollo social de una región o de un país.
Ellas constituyen compensación como dice Victoria Camps, de muchas injusticias. Sin embargo, en países de ética progresista con altos niveles de justicia como Alemania o Francia se considera a la solidaridad como propia de países con miseria o pobreza, que requieren ayuda permanente ante la ausencia de calidad de vida y que mejor que brindarles solidaridad. La solidaridad también pasa por el respeto mutuo y la razonabilidad, entendida como la capacidad de ponerse en lugar del otro y aceptar sus puntos de vista cuando hay situaciones dolorosas o como la adopción de soluciones adecuadas y consensuadas para situaciones de conflicto o complicadas.
En definitiva, la solidaridad comunitaria es opuesta a la indiferencia y apatía pública frente a dificultades existenciales. Para ello, la doctrina especializada sobre este valor o virtud considera que la solidaridad se reconoce como una reacción frente a las realidades concretas de dolor, sufrimiento o injusticia o cuando se actúa con determinación para suprimir las causas que generan aquellas situaciones, o cuando se considera como un deber moral o como un estilo de vida, en donde la convicción por este valor, se vuelve parte de la vida de los actores sociales de una comunidad y así se piensa deberá seguir siendo.