Pbro. José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal.
Táchira-Venezuela

Reflexión a la luz de la Palabra de Dios, San Juan 20, 19-31.

“Jesús le dijo: «¿Por qué me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre..”

El segundo domingo de Pascua coloca en evidencia la importancia de la fe para la vida espiritual de todos y cada uno de los que nos llamamos discípulos del Resucitado. En este domingo se nos invita a vivir la fe, promover la paz y dejarnos guiar por el Espíritu, ya que a través de ello, es que crecemos como discípulos de Jesús de Nazaret, a quien damos a conocer con la palabra y el testimonio. Es el domingo de la Divina Misericordia.

LA PAZ, FUERZA DE QUIEN CREE

El papa bueno, San Juan XXIII, decía: “La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios” (Encíclica Pacem in terris). En este día, se nos ofrecen algunos puntos fundamentales que no pueden ser ajenos a ninguno de nosotros.

En primer lugar, debemos -como los apóstoles- dar testimonio de la resurrección con valor y con decisión, sabiendo que es el camino para llevar a los demás a Dios. La unión y el sentimiento común es lo que nos va a caracterizar como seguidores y discípulos de Jesús.

En segundo lugar, tenemos como bandera de la vida nuestra fe, con la cual logramos vencer las dudas, las incertidumbres, las situaciones difíciles. Con la fe podemos ayudar a los demás a sentir la presencia de Dios y a cultivar cada vez más la esperanza de caminar en su amor y su misericordia.

En tercer lugar, debemos ser pioneros en promover la paz, y junto a ella, guiados por el Espíritu Santo, transmitir el mensaje del Evangelio de la verdad, un mensaje lleno de fe y justicia, un mensaje que llegue a todos los hombres y mujeres, un mensaje que sea la fuerza que nos impulse a caminar sin vacilar, convencidos de quien estamos predicando: a Jesús resucitado, vivo en medio de su pueblo, presente en cada corazón.

En cuarto lugar, estamos llamados a construir comunidades de fe, donde es vida la fraternidad, donde el sentir sea común y se nos identifique por el amor; ahí tenemos el itinerario que debemos recorrer en estos tiempos en los cuales necesitamos tanto de Dios ante la crisis que se nos presenta.

MARÍA SANTÍSIMA, TESTIMONIO DE PAZ Y DE FE

Junto a María Santísima, nuestra Madre del Cielo, caminamos hacia la luz que Dios nos ofrece. Es un camino de paz, de amor, de esperanza. Junto a ella, madre de Jesús de la misericordia, estamos seguros que nuestros pasos serán firmes y que nuestro testimonio será verdadero. Así sea.