Dr. Julio César Hernández Colmenares
La peligrosa y expansiva pandemia viene amenazando la práctica de la actividad política; realizarla no es sencillo. Aunque el contacto directo con la gente sigue siendo un método práctico y eficiente, ya no es el que más utiliza o se repite con frecuencia, aunque no han desaparecido de las planificaciones de los dirigentes políticos. La Covid-19 en ese sentido ha sembrado temor y prudencia a la vez, haciendo que la política tan necesaria para gestionar asuntos de Estado e inclusive partidistas, pierda eficacia en detrimento del requerimiento de la conexión social. El mundo enfrenta entonces hoy en día una crisis de salud pública con consecuencias desintegradoras para la economía, la actividad laboral y la misma política.
Hablar que será política de Estado en plena pandemia atraer inversión privada es más que una utopía; sin embargo, el emprendimiento se ha convertido en una buena alternativa para aquellos que buscan incrementar sus ingresos familiares. Pudiera decirse entonces que es una política adecuada para estos tiempos. Y es que hacer política en tiempos de pandemia es una forma cívica y solidaria de servir a la ciudadanía, más cuando se trata de la administración de recursos financieros de naturaleza pública. Esta actividad y la vocación hacia ella, están siendo puestas a prueba hoy en día; dado que la realidad social y la misma opinión pública exigen a los políticos estar a la altura de las expectativas de las personas.
En estos duros tiempos se necesita fortalecer la credibilidad política, se debe dar ejemplo de seriedad y empatía con la gente. Más que conflictos, se necesitan entendimientos para enfrentar a este letal enemigo de la salud pública y llevar a nuestra sociedad sosiego y tranquilidad en su erradicación. Frente a esta delicada circunstancia social, no se puede seguir exhibiendo un patrón tradicional de conducta. Es tiempo de que cesen las amenazas o agresiones políticas, como forma de intimidación entre adversarios, lo cual por lo demás es repudiado por el ciudadano de bien. Debe haber entre los distintos sectores políticos del país, un armónico entendimiento, sin cartas guardadas ni facturas pendientes.
La pandemia brinda la oportunidad a todos sin excepción, de recuperar la política como herramienta de servicio, lo cual supone ver y tratar al ciudadano con respeto y deferencia, en la solución de sus problemas; lo cual por lo demás, es una forma seria de actuar. Eso sí debe entenderse que hacer política real implica compromiso, desprendimiento, sacrificio y consecuencias, es trabajar para el futuro con transparencia y muchas veces con discreción, sin extravagancias, alejado de la vida privada en muchas ocasiones, sin exaltarlo a cada instante. En ese sentido, en este momento hay personas intentando hacer política y trabajando con denuedo, aunque las dificultades las superen.
Debe quedar claro para los políticos, que la pandemia visibilizó lo que estaba mal y tal vez, la puso peor en ciertos sectores públicos: como la salud, la educación y la alimentación por ejemplo, entre otros servicios públicos. Por esa razón, su mejoría es una tarea pendiente de gran aliento por lo demás, para todos los políticos sin excepción, que tengan una visión de Estado al respecto. Los políticos deben ser acuciosos en la promoción del bienestar y prosperidad de la gente, pues con ello demostrarán también su pasta de servidores públicos. En lo que si no pueden caer, como ha ocurrido en muchas ocasiones, es un torneo de promesas imposibles, sin respaldo presupuestario o financiero.
Por último, en tiempos de pandemia ante tanta necesidad, también hay que tener cuidado con el peligro que representan políticos populistas, ya que debido a sus trastornos de grandeza-egocéntricos, en procura de la mayor popularidad posible entre sus seguidores, arrollan cualquier orden constitucional y legal, confiados en su carisma y presunta infalibilidad. Asimismo, los jóvenes políticos que la ejercen, deben hacerlo con disciplina, honestidad y capacidad de estudio permanente; observando estas y otras prácticas más, verdaderamente encarnarán la posibilidad de un mejor porvenir; esto en razón de que ser joven no es garantía de hacer más y mejor política, ni menos con lisonjas.
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