Muchos de los estudios sobre la leptina, una hormona que regula el apetito en los adultos, se han enfocado en buscar una forma de jugar con ella para promover hábitos alimenticios más saludables y luchar contra la obesidad. Sin embargo, un nuevo estudio publicado en la revista Science Signaling muestra que esta puede aumentar las sinapsis en roedores.

El estudio sugiere que, más allá de su importante función de evitar que nos comamos literalmente todo lo que haya en la mesa, esta juega un papel en las conexiones cerebrales y podría favorecer la neuroplasticidad.

¿Qué función cumple la leptina en nuestro cuerpo?

El funcionamiento de la leptina parece bastante simple a primera vista. Sus niveles aumentan cuando comemos y nos sentimos llenos, y bajan cuando sentimos hambre. En pocas palabras, tal y como su título popular indica, se encarga de regular el apetito. Gracias a ella podemos “decidir” dejar de comer cuando nos sentimos satisfechos y no dar rienda suelta a nuestra gula hasta explotar.

Sin embargo, diversos estudios han revela un vínculo entre la presencia de este hormona y la salud del cerebro, en especial, en el marco de la evaluación del impacto del ayuno intermitente sobre esto.

Y es que esta dinámica de ayuno, bien controlada, se ha vuelto muy popular por favorecer la pérdida de peso y evitar sus consecuencias. Pero bien sabemos que el hambre puede ponernos de mal humor, y esto a largo plazo puede desencadenar estrés crónico y trastornos psicológicos.

Más allá del apetito: ¿qué efecto tiene esta hormona en el cerebro?

La evidencia sugiere que la leptina actúa a través de ciertos receptores que se ubican en regiones específicas de nuestro cerebro. Uno de ellos es el hipotálamo, que también interviene en la regulación de nuestros hábitos alimenticios.

Pero los estudios también han revelado que la hormona del apetito interviene en la regulación de ciertas funciones celulares en el cerebro. Sus interacciones con los neurotransmisores glutamato y GABA parecen influir incluso en la forma en que estos transmiten la información.

Además, se ha determinado que también hay receptores de leptina en otra parte del cerebro llamada hipocampo, asociada con las emociones y la flexibilidad del pensamiento. Las células cerebrales de esta región también generan nuevas conexiones durante el desarrollo temprano del cerebro, y la leptina parece ser clave en ello.

La hormona del apetito también parece favorecer la sinapsis en el cerebro

En su nuevo trabajo, los investigadores trataron las células del hipocampo del cerebro de ratones jóvenes con la hormona del apetito. Se enfocaron en el hipocampo porque, pese a ser una de las regiones mejor documentadas del cerebro, antes del experimento no había mucha información sobre el papel de la leptina en el desarrollo cerebral.

Para ello, hicieron algunos cortes en el cerebro de ratas y de crías de ratón, los trataron con leptina, y luego monitorearon las neuronas del hipocampo. Tras hacerlo, notaron un aumento significativo de la creación de las conexiones relacionadas con GABA entre las células cerebrales.

El equipo cree que agregar leptina permite que este órgano central genera más conexiones, lo cual podría favorecer, de cierta forma, su funcionamiento. Y lo confirmaron al derribar el receptor de la leptina; luego de ello, el efecto de aumento de sinapsis de GABA se bloqueó.

¿Qué pasa si hay mucha leptina en el cerebro?

Y hablando de ello, varios estudios han explorado el efecto de altos niveles de la hormona del apetito en el cerebro. La respuesta parece muy lógica después de todo lo dicho hasta ahora, pero no está demás analizarla.

Cuando la leptina es abundante, significa que hay apetito de por medio, lo cual estimulará el apetito. Pero si se mantiene constantemente elevada, el cerebro puede dejar de procesar las señales de satisfacción tras comer, lo que podría desencadenar problemas de sobrepeso.

Los investigadores ya han informado que, en la obesidad, el incremento del número de células grasas está vinculado estrechamente con la producción masiva de leptina. Esto, eventualmente, puede llegar a un cuadro de “resistencia a la leptina”, en el que ocurre la omisión de la señal de llenura.

¿Qué pasa si los niveles de la hormona del apetito se mantienen bajos?

Pero tener poca leptina tampoco es bueno, por su importante papel en el desarrollo de las sinapsis y en el control del apetito. Es probable que los niveles demasiado bajos de la hormona del apetito, irónicamente, desencadenen trastornos mentales, aunque de esto no hay suficiente evidencia.

Si resulta difícil de creer, podemos ir simplemente a la evidencia científica. Las personas que padecen anorexia nerviosa, un trastorno alimentario muy común, tienen niveles muy bajos de leptina. Y aunque este se conozca más por sus efectos físicos, la ciencia ha constatado que tiene una raíz psicológica también.

La leptina podría ser un tratamiento potencial para la depresión

A pesar de ello, los investigadores también han identificado la hormona del apetito como un tratamiento potencial para la depresión. Los fármacos habituales pueden tardar semanas en hacer efecto, mientras que algunas personas no responden en absoluto a ello.

Al favorecer la neuroplasticidad, es probable que pueda ayudar a las personas con depresión a replantear sus pensamientos y transformarlos. De hecho, una revisión previa muestra que la activación de los receptores de leptina en el cerebro pueden activar mecanismos que potencian la acción de los antidepresivos.

Sin embargo, este campo aún es bastante inmaduro. Los científicos han descubierto niveles elevados de leptina en personas con depresión, pero también niveles mucho más bajos en otros casos.

Lo que está claro por el momento es que la hormona del apetito sí juega un papel en el desarrollo de sinapsis del cerebro. Por consiguiente, merece investigaciones mucho más minuciosas para comprenderlo de lleno y usarlo en nuestro beneficio.

Fuente: tekcrispy.com