Dr. Carlos G. Jaime M.
La violencia ejercida por el personal de salud a los pacientes y/o su entorno familiar atenta contra la integridad Bio-psico-social de las personas, la intimidad, privacidad de sus datos, amén de la dignidad y conservación de sus valores. Por ello me llamó la atención que hace unos días circuló por las redes sociales el escrito de un abogado profesor universitario e hijo de dos connotados médicos, relatando, lo que a su juicio le pareció maltrato sufrido durante su estancia en un Hospital de San Cristóbal, Edo. Táchira en nuestra Venezuela; y con un minucioso lenguaje relató las experiencias no solo por el maltrato de algunos personajes, no solo para él y sus compañeros de hospitalización, sino también para integrantes incluso del personal de salud, especialmente a médicos jóvenes y estudiantes en período de formación, haciendo hincapié sobre el lenguaje y exclamaciones de tipo escatológico, proferidas por especialistas demostrando su escaso bagaje educativo, dándole la razón al viejo refrán castellano del siglo XIV: ”Lo que natura non da, Salamanca non presta”.
Por supuesto que, en mi condición de profesor jubilado de la ilustre Universidad de los Andes, y alumno del Dr. Pedro Rincón Gutiérrez me sentí muy incómodo y abrumado, por lo que me di a la tarea de investigar un poco el tema, ya que es una vieja problemática que debe ser abordada dentro de un enfoque multidisciplinario, habida cuenta de la complejidad del sistema de salud en el que concurren diversos profesionales. Médicos, paramédicos y técnicos, así como también personal de limpieza-alimentación y administrativo, con diferentes escalas de niveles educativos, procedencia cultural- familiar, etc., todos empleados del sistema oficial de salud pública.
En este contexto supone la teoría universal que el paciente ha de ser el centro de atención en su condición de ser humano que padece una patología que le produce molestias físicas, y angustia emocional que el mismo proceso le causa al no saber la naturaleza del mismo, incertidumbre del pronóstico aunado a la desatención a su familia. La sumatoria de todo al final lo expone a un estado de vulnerabilidad, potenciado por la privación de su intimidad, que atenta a su pudor por desnudez, exposición a exploraciones y tratamientos la mayoría incómodos, y algunos incluso dolorosos. Con la añadidura de un trato impersonal en la información del resultado de sus análisis, imagenología, terapéutica. etc., generando una sensación de impotencia, que altera la percepción del paciente hacia el personal que lo “atiende”.
Hay que igualmente tener en cuenta que por lo general la relación paciente-médico es asimétrica y jerárquica, manteniendo siempre el profesional el poder, por el conocimiento que tiene sobre la enfermedad del paciente, constituyendo este último la parte débil en la relación por la vulnerabilidad causada por su patología que le hace sentir temor tanto de la fuerza del juicio, como del poder cognitivo del galeno. Es frecuente entonces, que muchas veces durante la revista de sala se emitan variedad de opiniones de tipo técnico, que en primer lugar el paciente no entiende porque para él es un lenguaje críptico, y muchas de esta expresiones frecuentemente son imprudentes lesionando su intimidad, publicitando sus debilidades ante los demás pacientes y familiares que comparten la sala de hospitalización, causándole gran angustia. Es por eso que el Dr. Elio de Jesús Velásquez en su libro “La revista clínica”, recomienda que los médicos y estudiantes participantes en la misma, guarden sus opiniones para un lapso posterior a la revista en un salón aparte, en donde podrán discutir libremente sin causar temor y angustia a sus pacientes.
En resumen: “La violencia en todas sus formas ejercida por alguno o varios de los miembros del personal asistencial cualquiera que sea su rango y jerarquía, es una violación a los derechos del paciente como persona humana a quien se le agrede en su “dignitas”, intimidad y disposición corporal, privacidad de sus datos personales, derecho a comunicación respetuosa, información acertada en forma humanizada, por ausencia de un trato amable dentro de un clima de confianza y disposición de servicio”.
Aclaro que estoy perfectamente consciente de la deplorable situación del personal de salud especialmente en el sistema público, con un “talento humano” crónicamente expuesto a un trabajo extenuante por la excesiva demanda que en esta época la pandemia ha suscitado, laborando en ambientes totalmente incómodos con deficiencias estructurales, frustrados por insuficiencias en alimentación, déficit de insumos médico-quirúrgicos, y servicios auxiliares, aunado al maltrato salarial, que lo hace laborar en un ambiente manifiestamente hostil, debido a un gobierno impúdicamente irresponsable y deshumanizado.
Así cualquiera pierde los estribos ante usuarios que no entienden de prioridades, ya que consideran que su caso es más importante que todos los demás, exigiendo atención al instante como si fueran los únicos pacientes. Todas estas circunstancias me hacen deducir que únicamente la mística del personal médico y paramédico nuestro, es lo que a duras penas sostiene el sistema sanitario-asistencial público, al estar trabajando en medio de frustraciones y decepciones cotidianas, que por cierto ha motivado a varios colegas comunicadores sociales, denominar a este personal:” Héroes de la salud”, despertando a su vez iniciativas comunitarias que tratan de solventar, aunque fuese parcialmente esas deficiencias.
Todos estos derechos han sido consagrados en la constitución, personalísimos, indisponibles, innatos, vitalicios y esenciales; referentes a la inviolabilidad de la persona que, como fin en sí misma supone su primacía jurídica como valor absoluto. Indudablemente es deber ineludible del estado, garantizar el efectivo goce de estos derechos reconocidos constitucionalmente y aceptados en los tratados internacionales circunscritos por los gobiernos, afiliados a la ONU.
Por todo lo anterior los profesionales de la salud como instancia cefálica del equipo, están en el deber primero de conocer y entender los derechos del paciente, debiendo humanizar la relación paciente-médico para lograr una comunicación basada en la empatía y respeto, preceptos que están escritos y son de obligatorio conocimiento y acatamiento en el “Código de ética y deontología médica”, aprobado por la LXXVI de la Federación Médica Venezolana celebrada en Caracas el 20 de marzo de 1985.
Por ende los directivos de las instituciones sanitario asistenciales oficiales y privadas, deben evaluar continuamente la calidad de la asistencia prestada a los usuarios, lo que indiscutiblemente influye en el prestigio de la institución, y por lo tanto se deben instrumentar medidas preventivas destinadas a detectar precozmente los riesgos y malentendidos que puedan generar comportamientos violentos de cualquier tipo, antes que hubieren de manifestarse, tal como se hace en otros países de la región como en Colombia por ejemplo.
BIBLIOGRAFÍA:
Barbado Patricia “La violencia a los pacientes por parte del equipo médico”. JA 15-07-2009. www.justiniano.com/revista-doctrina/laviolenciahacialospacientes.htm
Castillo Valery Alfredo “Aspectos ético-morales del paciente terminal. Muerte encefálica. Donación de órganos. Cuadernos de la Federación Médica Venezolana N° 8. Caracas octubre 1994
Malagón Londoño, Galán Morera, Pontón Laverde.” Auditoría en Salud”. Editorial médica internacional LTDA. Bogotá Colombia 1998.
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