Pbro. José Lucio León
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
Reflexión a la luz de la Palabra de Dios
“Sean siempre humildes y amables, sean comprensivos, sobrellévense mutuamente con amor; esfuércense en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.” (Ef 4,2-3)
Muchas personas de las aldeas vecinas fueron donde estaba Jesús. Mientras Él hablaba, ninguno pensó al cansancio ni que pudiesen faltar víveres para saciar su hambre y su sed. Fueron atrapados por las palabras de Jesús, por su presencia; sus corazones se llenaron de Él, olvidándose prácticamente del hambre y de la lejanía de sus casas.
Con todo esto, Jesús se compadeció de la gente y comprende que deben ser saciados del alimento espiritual y material. Es el sentimiento de compasión que debemos tener junto a la humildad y amabilidad, ya que somos hijos de Dios y formamos parte de la Iglesia, una, santa, católica y apostólica.
“RECOJAN LOS PEDAZOS QUE HAN SOBRADO; QUE NADA SE DESPERDICIE.”
La vida del hombre, la de todos y cada uno de nosotros se forma de pequeños detalles y ellos orientan, en la medida en que cumplamos la voluntad de Dios, nuestro corazón hacia Él. Los pasos que damos en nuestra vida nos ayudan a caminar por la vía de la fe, de la esperanza y de la caridad. Dios nos pide respondamos positivamente a su llamada. Todo ello se manifiesta en lo que vivimos cada día, en la familia, en el trabajo, en las comunidades a las que pertenecemos. Los pequeños detalles no mueven la vanidad y hacen que en la vida se aprecien los valores que mueven los corazones y las almas.
Muchas personas no aplauden los gestos de quien en la vida cotidiana realiza actos de caridad y generosidad, pues ven en ellos superficialidad y simplicidad. De esto nos da ejemplo Jesús al momento de pedirnos que no desperdiciemos nada de aquello que se nos da, ya que lo que proviene de Él, no le sobra sino le pertenece y desea que nosotros, sus discípulos sigamos sus pasos y participemos de ello. Ayudemos a quienes lo necesitan y no dejemos de dar con generosidad y sin recelo, para así poder aprender a ser verdaderos testigos del Evangelio de la verdad.
MARÍA, MADRE DE LA SENCILLEZ Y LA HUMILDAD
Nuestra Madre del Cielo, María Santísima, nos ayudará a valorar los detalles que puedan parecer insignificantes. Cada día podemos dar los pasos necesarios para llegar a Dios y en Él tendremos la certeza que recogeremos, no aquello que nos sobra, sino aquello que espiritualmente nos pertenece y que podremos compartir con aquellos que necesitan. Así sea.
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