Tokio se despide de unos Juegos Olímpicos que tardaron más de un año de lo previsto en llegar, pero que vieron finalmente brillar a los atletas del mundo y la capital como protagonista se dijo hasta pronto.
El tifón amainó al caer la tarde y la llama olímpica flameaba en el Estadio Olímpico rodeada de gradas vacías y luces azul índigo para pasar el testigo a París.
Pronto el campo se llenó de vida, luz, ritmo, deportividad y una hospitalidad japonesa que inscribió “Arigato” en mayúsculas.
Suena una banda sonora muy especial, la de una de las películas japonesas más aclamadas de la historia del cine, “Cuentos de Tokio” (1953), la obra maestra de Yasujiro Ozu y abre la ceremonia la bandera de Japón, unos anfitriones que han demostrado que avanzan contra viento y marea.
Son los medallistas nipones como el judoca Takato quienes portan la bandera, junto a un médico – nunca se olvidan de los héroes de la pandemia en Tokio 2020-, una estrella local del break dance que se estrenará en París 2024 y una modelo con una pierna artificial.
Le siguen todos los abanderados de cada país, desfilando bajo la música del artista Yuji Koseki, que de seguir vivo estaría orgulloso de saber que ha dejado como herencia una composición con la que ya se hermanaron los atletas de los primeros Juegos de Japón en 1964.
Tres comités destacan con un guiño al karate, un deporte que ha triunfado en estos Juegos y que no continuará en París.
Sandra Sánchez representa a España con su oro en karate, desde Francia lo hace el karateka Steven da Costa y la leyenda okinawense de este deporte, Ryo Kiyuna, enarbola la de Japón.
4.600 atletas los que distendidos celebran cerrar estos Juegos, tras la presión y contención donde un positivo significaba quedar descalificado.
Tokio se despide de estos atletas consciente de que no les ha permitido conocer su ciudad, puesto que no podían salir de la Villa Olímpica y debían marcharse días después de competir.
Por ello les regala una última noche tokiota con lo mejor de su ambiente y sus gentes, jóvenes que cualquiera podría encontrarse en las calles o parques de esta megalópolis que paciente ha visto cómo acontecía el evento sin poder participar de él en vivo.
Al ritmo de malabares, riders, música electrónica, pop, anime o el himno de la alegría, los tokiotas comparten los últimos minutos en escena junto a los atletas del mundo.
Destaca otra banda sonora, la de la película “Guardianes de la noche”, esta vez una animación que en 2020 y en plena pandemia logró un récord de taquilla en el país.
Es costumbre en el archipiélago dar las gracias por el trabajo, por el esfuerzo y por los encuentros. Forma parte de la hospitalidad nipona.
“Agradecemos de corazón”, dice la presidenta del Comité Olímpico Japonés, Seiko Hashimoto, que destaca la resiliencia de los atletas para unir al mundo y el trabajo de todos los voluntarios.
“La esperanza aquí prendida continúa” dice emocionada al cerrar el evento en Tokio.
“Primera vez que el mundo se reúne durante la pandemia”, finaliza Thomas Bach, el Presidente del COI que no olvida agradecer a los japoneses por el esfuerzo.
También se despidieron el hermano del Emperador Naruhito, el príncipe Akishino, el primer ministro nipón Yoshihide Suga y la alcaldesa de esta capital en elegante kimono, Yuriko Koike que le pasa el testigo a la de París, Ana Hidalgo.
Tokio aprovecha para pedirle a los japoneses que disfruten con su cultura, con bailes tradicionales que se celebran en los festivales de verano, pero que han sido suspendidos dos años seguidos por la pandemia.
Algunos atletas bailan imitando a los nipones, que en yukata ofrecen una demostración de lo mejor del verano japonés.
El aplauso más sentido de los atletas va a los únicos espectadores invisibles de estos Juegos, los miles de voluntarios que en homenaje reciben ramos de la victoria mientras sus rostros ocupan cientos de pantallas que rodean el estadio.
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