Por Antonio Pedro Tejera Reyes

El Día Internacional de la Paz se estableció originalmente en 1981 en una resolución 37/67 de la Asamblea General de las Naciones Unidas para que coincidiera con la inauguración de su período de sesiones cada mes de septiembre.

Fue en el 2001 que, la ONU se propuso designar este día como una jornada de no violencia y alto al fuego durante 24 horas, por lo que fue declarado el 21 de septiembre, de cada año, como una fecha para el fortalecimiento de los ideales de la paz.

Fortalecidos por esta promulgación, hoy tenemos presente nuestro inmenso trabajo durante el largo periodo que comenzaría en 1996, impulsando la cultura de paz, como una meta indiscutible para conseguir el bienestar del mundo en todos los sentidos.

La creación de la maestría “Calidad Turística-Ambiental Sostenible y Promoción de la Paz” fue un logro mítico que conseguimos junto a la Universidad para La Paz, de las Naciones Unidas, desde su propia sede en el modélico país de Costa Rica el país que no tiene ejército.

Un hecho indiscutible, que marcaría un proceso inaudito, seguido en las islas Canarias desde 1999 hasta 2012, con espectaculares resultados. Cultura de Paz.

Nos vamos a recoger, algunos de los pasajes en los cuales se basó esa memorable maestría, copiando literalmente algunas de sus lecciones.

“La sociedad está experimentado la transición de la etapa más aguda del conflicto hacía la búsqueda de un periodo de paz, estabilidad y desarrollo. Sin embargo, el camino iniciado nos asegura, necesariamente, el arribo a condiciones de bienestar y prosperidad para las mayorías.”

“El problema es de carácter integral con implicaciones económicas, políticas, sociales y culturales. En el ámbito cultural, uno de los mayores obstáculos con que se enfrenta, es la prevalencia histórica de una cultura de violencia…”

En un proceso para implantar la cultura de paz, en su amplio espectro, en estos principios del Siglo XXI, se nos ofrece la posibilidad histórica e institucional de desarrollar una cultura democrática, basada en los hechos conocidos y en la constante de la violencia que estamos padeciendo ya sea la física o la sicológica, esta última con grandes y profundas repercusiones en la vida social de pueblos y personas, por causa de las desgraciadas “medidas preventivas” contra una pandemia, tomadas erróneamente por las autoridades competentes.

Siguiendo con las sabias lecciones contenidas en la maestría señalada, nos vamos al siguiente capítulo:

“Tratamos de un modelo que parte del supuesto fundamental de que el ser humano es tanto sujeto de derechos, como de deberes. No existe ningún derecho que no se acompañe de un deber, aunque sea el elemental de respetar la ley que lo crea. Se entiende como responsabilidad, la conciencia que debe tener el actor social sobre la relación entre derechos y deberes, y el compromiso por actuar en términos de equidad, en relación con los derechos y deberes de sus semejantes. Visto desde esta perspectiva, la promoción de los derechos humanos exige tener siempre un doble aspecto: los derechos como expresiones de valores a ser alcanzados mediante consensos y pactos sociales, y los derechos en la vida real, como marco de interpretación del disfrute efectivo de estos valores. La educación para la paz es, dentro de esta perspectiva, esencialmente una educación para la responsa-bilidad humana.”

Espectacular vista aérea de la UNIVERSIDAD PARA LA PAZ, de las Naciones Unidas, ONU, un brillante logro del llorado ex presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo Odio, de quien guardamos un imborrable recuerdo de sus consejos y vivencias hasta lograr la fundación de este sueño que alimentó toda su vida.

Está claro entonces, que no se le puede pedir esta responsabilidad a quienes carecen de elementales principios de convivencia humana.

La pérdida de valores humanos tales como la vergüenza, parece llevarnos a un precipicio en el que día a día, vemos caer irremisiblemente las más ambiciosas y honestas ilusiones, ante la burla, el desprecio y el escepticismo, de la corrupción de quienes en realidad tienen la obligación de preservar los auténticos valores morales y espirituales de La Humanidad.

Uniendo estas consideraciones a nuestros estudios e investigaciones sobre la calidad turística-ambiental sostenible, vamos a terminar este artículo de opinión, copiando literalmente otro párrafo, del trabajo de la Universidad para la Paz sobre este tema: “Del respeto al derecho del medio ambiente, dependen el derecho a la salud, el derecho a un bien adecuado de vida, el derecho a la educación, a la igualdad, a la no discriminación, a la cultura, a la dignidad, al desarrollo armonioso de la personalidad, el derecho a la seguridad personal y de la familia… el derecho a la paz, el derecho al desarrollo…”

Servir es mi ocupación.

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