Quien más quien menos, todo el mundo ha experimentado alguna vez el deseo repentino e incontrolable de comer un alimento determinado. Estos impulsos —conocidos como antojos— son muy comunes, sobre todo durante el embarazo. En esta etapa, el cuerpo materno experimenta una serie de cambios fisiológicos y de comportamiento para crear un entorno favorable al desarrollo del embrión. Sin embargo, el consumo frecuente de alimentos sabrosos y calóricos —derivado de los antojos— contribuye al aumento de peso y a la obesidad gestacionales, lo que puede acarrear consecuencias negativas para la salud del bebé.

«Hay muchos mitos y creencias populares en torno a los antojos, aunque los mecanismos neuronales responsables de su aparición son poco conocidos», explica Marc Claret, profesor de la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud de la Universidad de Barcelona (UB) y jefe del Grupo de Control Neuronal del Metabolismo del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS) en Barcelona. Claret ha liderado, junto a la investigadora de su grupo Roberta Haddad-Tóvolli, una investigación que aporta nuevas evidencias sobre las alteraciones de la actividad neuronal que dan lugar a los antojos en un modelo animal.

Según los resultados, durante el embarazo, el cerebro de las hembras de ratón experimenta cambios en las conexiones funcionales de los circuitos de recompensa, así como de los centros gustativos y sensoriomotores. Además, como en el caso de las mujeres embarazadas, las hembras de ratón son más sensibles a los dulces y desarrollan conductas de ingesta compulsiva de alimentos calóricos. «La alteración de estas estructuras nos llevó a explorar la vía mesolímbica, una de las rutas de transmisión de señales de las neuronas dopaminérgicas. La dopamina es un neurotransmisor clave en los comportamientos de motivación o deseo», explica Claret, que también desempeña sus actividades en el Centro de Investigación Biomédica en Red de Diabetes y Enfermedades Metabólicas Asociadas (CIBERDEM) en España.

El equipo observó que los niveles de dopamina —y también la actividad de su receptor, D2R— aumentaba en el núcleo accumbens, una región cerebral implicada en el circuito de recompensa. «Este hallazgo sugiere que el embarazo induce una reorganización completa de los circuitos neuronales mesolímbicos a través de las neuronas D2R», señala Haddad-Tóvolli. «Asimismo, estas células neuronales —y su alteración— también serían las responsables de la aparición de los antojos, ya que la ansiedad por la comida, típica del embarazo, desapareció tras bloquear su actividad».

Finalmente, el equipo dirigido por Claret y Haddad-Tóvolli demostró que los antojos persistentes tienen consecuencias para la descendencia. En concreto, afectan a su metabolismo y al desarrollo de los circuitos neuronales que regulan la ingesta de alimentos, lo que conlleva aumento del peso corporal, ansiedad y trastornos alimentarios. «Estos resultados son sorprendentes, porque la mayoría de estudios se centran en analizar cómo los hábitos permanentes de la madre —reflejados por ejemplo en la obesidad, la desnutrición o el estrés crónico— afectan a la salud del bebé. Sin embargo, nuestro trabajo indica que para aumentar la vulnerabilidad psicológica y metabólica de la descendencia basta con conductas cortas pero recurrentes, como los antojos», concluye Claret.

Las conclusiones del estudio podrían contribuir a mejorar las guías clínicas nutricionales para embarazadas con el fin de asegurar una adecuada nutrición prenatal y prevenir la aparición de enfermedades. En el trabajo también participan Guadalupe Soria y Emma Muñoz-Moreno (IDIBAPS), Analía Bortolozzi (IIBB-CSIC-IDIBAPS) y Emmanuel Valjent (INSERM y Universidad de Montpeller, en Francia), entre otros.

El proyecto ha recibido financiación del Consejo Europeo de Investigación (ERC) otorgado a Marc Claret, así como una beca del programa Marie Skłodowska-Curie Actions concedida a la investigadora Roberta Haddad-Tóvolli.

El estudio se titula «Food craving-like episodes during pregnancy are mediated by accumbal dopaminergic circuits». Y se ha publicado en la revista académica Nature Metabolism. (Fuente: UB)

Fuente: noticiasdelaciencia.com