Su recorrido fuera de la poesía lo ubica como constituyente electo en 1999 y presidente de la comisión que redactó el capítulo sobre derechos humanos de la actual Constitución Nacional de Venezuela. Luego fue diputado y de allí pasó a ser gobernador
Tarek William Saab, además de ser el Fiscal General de la República también se ha destacado por tener una pluma extraordinaria, que le ha llevado a crear varios libros de diversas temáticas. En la actualidad prepara otro más, aunque ha asegurado que le faltan, al menos, unos 20 años para terminar.
Saab ha dicho que se siente que está “en la segunda etapa de mi mejor momento… Tuve un mejor momento de ese periodo inolvidable que fue hasta 1987, cuando publico ‘Los ríos de la ira’. A partir de allí inicio una consuetudinaria militancia como fe de vida en la poesía y en la literatura que no solo me llevó a escribir sino a publicar y ganar los principales premios de literatura de la época”, pontifica el autor de ‘El hacha de los santos’ (1992).
«El hacha de los santos» y «Príncipe de lluvia» y duelo se publicaron en 1992 y mereció elogios de importantes referentes de las letras venezolanas, que tampoco deja nunca de evocar su crucial experiencia de ese año al ser seleccionado para participar en un encuentro mundial de jóvenes poetas desarrollado en una localidad cercana a Málaga (España).
En tres semanas del febrero de ese año se terminó de fraguar su relación de interdependencia con la poesía. Allí abrevó de Mario Benedetti, José Saramago y Juan Goytisolo, entre otros dioses que estuvieron presentes como estimuladores de ese encuentro. Tenía 30 años.
“Ese gran momento me proyectó como una revelación de la poesía venezolana”, sintetiza.
Ahora tiene 60 años y juzga que navega en su segundo gran momento, gracias al el armado y divulgación de una antología poética sui géneris titulada: Hoguera de una adolescencia intemporal.
El libro agrega ensayos sobre la poesía, análisis literarios, hace alarde de reportero al incluir una entrevista que le hizo a Juan Goytisolo. Hay una carta recibida de Fidel Castro y otra del ex presidente venezolano Ramón J. Velásquez.
“Y hay una postal de Jorge Amado donde resaltaba mi condición de poeta”, destacó.
Todo está condensado en este libro: Luchas políticas, cartas y fotos, un verdadero compendio de su obra y vida.
Lluvia: Poema fundacional
—¿El Tarek de 60 años siente que ha sido consistente con el que tenía 30 años y era una de las voces más potentes de la narrativa poética?
“Yo diría que nunca he renunciado a esa identidad, por supuesto que sí soy, y me considero totalmente leal a ese origen”.
Incluso asegura que se mantiene fiel a la etapa anterior a su mejor momento, en su paso por el liceo, donde escribe el poema Lluvia.
“Lo escribí en un cuaderno en medio de una clase de química. Pegado a un ventanal donde había árboles. Estaba lloviendo, yo tenía quince años”.
“Fue mi poema fundacional. La ventana y la lluvia son imágenes permanentes en mi poesía… la humedad, la nostalgia son permanentes en todo mi trabajo”.
—¿Y el optimismo?
“Es una nostalgia optimista. Es la nostalgia de una memoria idílica, del paraíso perdido pero recuperado cuando tú lo haces poesía y arte. Creo que eso es parte de lo que los críticos literarios han visto en mi obra”.
—¿Qué dicen hoy de ti los críticos?
“Luis Alberto Crespo -en un prólogo titulado La última tierra prometida de Tarek William Saab- califica mi poesía como una oda, un canto a la añoranza y la nostalgia de un tiempo perdido pero que recupero a través de mi poesía”.
Apela a antiguas fascinaciones como los méritos que en él encontraron siempre figuras señeras como Juan Liscano, Salvador García, Jesús Sanoja Hernández, Salvador Garmendia. Y actualmente su obra gana consenso en la crítica generalizada “a pesar de toda la polarización que ha podido existir y de mi protagonismo en las luchas sociales a nivel de cargos de Estado, sin renunciar esencialmente a lo que soy: un poeta”.
Su recorrido fuera de la poesía lo ubica como constituyente electo en 1999 y presidente de la comisión que redactó el capítulo sobre derechos humanos de la actual Constitución Nacional de Venezuela. Luego fue diputado y de allí pasó a ser gobernador dos períodos de su cuna natal: Anzoátegui.
Aunque no es una conversación política, por supuesto que rememora el significado en su vida y trayectoria de Hugo Chávez, a quien se unió en persona en 1994, tras la salida de la cárcel de Yare en el estado Miranda. Lo mismo Fidel Castro a posteriori.
De hecho, su texto Los hijos del infortunio es una inspiración relámpago de Fidel Castro que en toda entrevista ha de recordar Saab. En diciembre de 2005 ocurrió el trágico terremoto en Pakistán y en su histórico programa de solidaridad internacionalista Cuba mandó a 3 mil médicos a atender las emergencias.
—¿Crees que puedas tener ese libro en menos de un mes para la Feria de La Habana en la primera semana se febrero? La pregunta reto se la hizo Fidel Castro y pocos días después del terremoto, el 2 de enero llegaba a Pakistán, experiencia agónica y trascendental de la que derivó el libro Los niños del infortunio, que tuvo una impresión superior al millón de ejemplares y ganó traducciones en varios idiomas, como el chino y el portugués.
“Fue un momento importante en mi creación literaria por lo que viví”.
Símbolos dramáticos sin fatalismo
Tarek William Saab Halabi es un abogado, político y poeta venezolano. Fue líder estudiantil, jefe de la oficina de derechos humanos del consejo municipal de Caracas entre 1993 y 1998
Asevera que se profesa en la reinvención permanente, pero ello sujeto a la esencia y desde esta creencia desarrolla el tránsito de su creación literaria, de su búsqueda del arte, de la filosofía, del pensamiento y de la indagación del ser humano.
“Mi poesía tiene símbolos dramáticos, pero que no llegan a la opacidad del fatalismo”.
Dice que no cree en líneas rectas sino en el zigzagueo de la vida: “Creo en dar cinco pasos atrás, pero de pronto siete adelante”.
En este punto menciona a la psiquiatra y escritora suiza Elisabeth Kübler Ross.
“Ella decía que la gente verdaderamente bella era aquella que había conocido el sufrimiento, la caída, la derrota a los precipicios más bajos del alma, pero que luego te queda la voluntad de levantarte y renacer con una luminosidad increíble”.
“Yo soy muy leal a eso: por muchos fracasos que uno haya tenido, uno tiene que guardar en el alma siempre el optimismo, la mirada serena, el paso firme. Yo creo mucho en el equilibrio, en el noble sendero. Eso también me ha acompañado en un tramo largo de mi vida: en época de demasiada tensión saber que luego vendrá la calma”.
En su oficina de trabajo hay referencias visuales de su vida familiar, profesional y como escritor. No faltan Buddha y Siddhartha.
—Hablando de fracaso y derrota, ¿qué significa para ti la obra de Rafael Cadenas?
“Yo conocí a Cadenas en los pasillos de la Universidad Central de Venezuela y tengo recuerdos de él como lector de mi poesía, siempre con una palabra de aliento”.
“Su poesía es algo impresionante, al igual que Caupolicán Ovalles, Gustavo Pereira, Ramón Palomares, Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez”.
Los poetas, escritores y mártires de todos los tiempos, a su vez, han sido homenajeados o más bien reivindicados por TWS, sobre todo cuando ejerció la primera magistratura de Anzoátegui: pobló avenidas y calles con sus nombres.
Estableció un parque que engalanó con bustos de Andrés Eloy Blanco, Varela Mora, Arthur Rimbaud, García Lorca, Kahlil Gibran.
Pero esta gestión tan sentida por él, había sido devastada por sed de venganza de sus enemigos, pero actualmente en proceso de recuperación.
“Donde yo vaya siempre voy a tener esa impronta”. Cada año la Fiscalía General de Venezuela convoca al concurso infantil de narrativa y poesía, dirigido por Enrique Hernández d’ Jesús.
“El camino no ha terminado, siento que estoy en una nueva etapa de mi literatura, que pudiera ser un reencuentro con lo anterior pero que va encaminado hacia algo definitivo”.
“Es la verdadera historia que me une a la existencia: la poesía, el poema, la literatura, el pensamiento. Es un compromiso sagrado, yo mismo me he retado”.
Cita que la poesía lo requiere las 24 horas, pero se acostumbró a abordarla en la quietud.
“Cuando estoy despierto me reclama y yo la atiendo en la medianoche, en el día voy pensando y sintiendo cosas, pero en la medianoche la atiendo”.
“Soy amante de la lucidez, he podido tocar fondo y me he levantado siempre”.
Fuente: eluniversal.com