Investigadores de la Universidad de Múnich (Alemania) han demostrado que las células T autoagresivas se activan en una zona específica del canal intestinal, y que esa activación depende del microbioma.
La esclerosis múltiple (EM) es una enfermedad inflamatoria autoinmune del sistema nervioso central. La desencadenan determinadas células T, que se infiltran en el cerebro y la médula espinal y atacan la vaina aislante de mielina que rodea los axones.
En los últimos años, los investigadores han encontrado indicios crecientes de que el microbioma intestinal desempeña un papel sustancial en la activación de estas células. Sin embargo, la localización exacta y los mecanismos subyacentes seguían sin estar claros.
Mediante técnicas de imagen en un modelo de ratón, un equipo dirigido por el doctor Naoto Kawakami, del Hospital Universitario de Múnich, ha conseguido rastrear en vivo la activación de estas células dependiente del microbioma, lo que es la primera vez que se consigue.
Para su estudio, los científicos adoptaron un ambicioso enfoque basado en imágenes de dos fotones para visualizar en directo la movilidad y activación de células T específicas.
Con una proteína sensora, registraron los cambios en la concentración de calcio celular, lo que les permitió extraer conclusiones sobre la actividad de las células T.
Las células T encefalitogénicas -es decir, las que pueden causar inflamaciones en el cerebro- investigadas por los investigadores se dirigen específicamente a una proteína de la vaina de mielina que rodea las neuronas y desempeñan un papel clave en el desarrollo de la esclerosis múltiple.
Según pudieron demostrar los investigadores, el requisito para la activación de estas células tiene lugar en el llamado tejido linfoide asociado al intestino (GALT), que se encuentra en la mucosa del intestino, más concretamente en la lámina propia, una capa de tejido conjuntivo del intestino delgado.
Sin embargo, esto sólo ocurría cuando los ratones tenían un microbioma intestinal intacto: Si el intestino estaba libre de microbios, la activación no se producía.
«Curiosamente, la activación en la lámina propia parece ser un mecanismo general, ya que incluso en el caso de las células T no encefalitogénicas, que se dirigen a otras moléculas del organismo, descubrimos que la activación dependía del microbioma», ha explicado Kawakami, cuyo trabajo se ha publicado en la revista científica ‘Proceedings of the National Academy of Sciences’.
La hipótesis de los científicos es que el microbioma produce moléculas que son reconocidas por los respectivos receptores de las células T y las activan de esta forma.
En las células T encefalitogénicas, la activación enciende los genes de forma que se diferencian en las llamadas células Th17, como demostraron con éxito los investigadores. Mediante esta diferenciación, las células desarrollan las propiedades que les permiten migrar al sistema nervioso central y desencadenar inflamaciones.
«Nuestros resultados suponen una importante contribución para comprender mejor el desarrollo de la esclerosis múltiple y abrir potencialmente nuevas opciones terapéuticas a largo plazo», remacha Kawakami.
Fuente: infosalus.com