El Sumo Pontífice dijo que «esta es la Iglesia que estamos llamados a soñar: una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos. Una Iglesia que no exige nunca un expediente de “buena conducta”, sino que acoge, sirve, ama»
El papa Francisco pidió este domingo que la Iglesia sea capaz de acoger y servir a todos, «a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo», en la misa que clausuró el Sínodo, la asamblea que reunió este mes a obispos, laicos y mujeres para abordar temas sobre el futuro de la Iglesia católica.
«Esta es la Iglesia que estamos llamados a soñar: una Iglesia servidora de todos, servidora de los últimos. Una Iglesia que no exige nunca un expediente de “buena conducta”, sino que acoge, sirve, ama. Una Iglesia con las puertas abiertas que sea puerto de misericordia», indicó el pontífice en su homilía.
La misa, celebrada en la Basílica de San Pedro antes 5.000 fieles según la Santa Sede, sirvió de punto y final para un Sínodo en el que por primera vez en la historia los laicos y las mujeres pudieron votar.
«El Señor nos guiará y nos ayudará a ser una Iglesia más sinodal y misionera, que adora a Dios y sirve a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, saliendo a llevar la reconfortante alegría del Evangelio a todos», afirmó Francisco .
Y advirtió: «no existe una experiencia religiosa auténtica que permanezca sorda al clamor del mundo. No hay amor de Dios sin compromiso por el cuidado del prójimo, de otro modo se corre el riesgo del fariseísmo».
Sus palabras se centraron en dos conceptos que, para el pontífice, deben regir el camino de la Iglesia: «adorar y servir».
Así, encomendó a «luchar siempre contra las idolatrías; las mundanas, que muchas veces derivan de la vanagloria personal».
«Pero también aquellas idolatrías disfrazadas de espiritualidad: mis ideas religiosas, mi habilidad pastoral… Estemos atentos, para no ponernos en el centro en lugar de Él»; añadió.
Francisco también pensó «en quienes son víctimas de las atrocidades de la guerra; en el sufrimiento de los migrantes, en el dolor oculto de quienes se encuentran solos y en condiciones de pobreza; en quienes aplastados por los pesos de la vida; a los que ya no tienen lágrimas, a los que no tienen voz».
«Y pienso en cuántas veces, detrás de bellas palabras y persuasivas promesas, se favorecen formas de explotación o no se hace nada para impedirlas -alertó-. Es un pecado grave explotar a los más débiles, un pecado grave que corroe la fraternidad y devasta la sociedad».
El Vaticano acogió desde el 4 de octubre la primera sesión de reuniones del Sínodo, a la que asistieron 464 participantes, 364 con derecho a voto y por primera vez personas laicas y entre ellas 54 mujeres, mientras que dos tercios eran obispos, hasta ahora los únicos que podían votar.
El sábado se aprobó un documento con conclusiones para la reunión final que se celebrará en octubre de 2024.
Ese documento aplazó para un mayor estudio los temas más divisivos y controvertidos: como el diaconado femenino el celibato o cómo abordar el tema de la acogida a las personas de «diferentes orientaciones sexuales», pues en el texto se decidió no utilizar «personas LGTBIQ».
El texto también urge a garantizar que las mujeres tengan mayor presencia y responsabilidad en la Iglesia, pero se divide respecto a la posibilidad del diaconado femenino por lo que pide que se siga estudiando la cuestión y los resultados se presenten en la sesión final.