Pbro. Lucio León

Reflexión en el momento actual a la luz del Evangelio de San Mateo 15, 21-28

“En aquel tiempo saliendo de Genesaret, Jesús se retiró hacia la región de Tiro y de Sidón. En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel territorio, gritaba diciendo: «¡Ten piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada». Pero Él no le respondió palabra. Sus discípulos, acercándose, le rogaban: «Concédeselo, que viene gritando detrás de nosotros». Respondió Él: «No he sido enviado más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Ella, no obstante, vino a postrarse ante él y le dijo: «¡Señor, socórreme!» Él respondió: «No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». «Sí, Señor – repuso ella -, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas». Y desde aquel momento quedó curada su hija”.

Después de un año de haber comenzado esta situación mundial a la par del Coronavirus y todo lo que ello implica en la vida del hombre de hoy, hay dos temas importantes en el itinerario de cada uno de nosotros para este momento: la fe y la misericordia, tan necesarios en la actualidad. Ellas nos han acompañado a través de nuestra vida y de una u otra forma, son pilares fundamentales para obtener la mirada amorosa y tierna por parte de Dios y afrontar mejor este camino.

Hoy día se habla y reflexiona sobre cumplir la voluntad del Dios y ello implica adentrarse a vivir no en base a conceptos, sino a verdaderas experiencias de vida cristiana, donde más allá de ideologías inertes, tenemos el deber de promover la justicia, el derecho, la fidelidad, la igualdad, haciendo vida todo esto en lo cotidiano y en el lugar predilecto para ello: el corazón del hombre desde la ternura de Dios. Este es un indicador propicio para darnos cuenta que todos estamos llamados a buscar a Dios y así poder alcanzar su misericordia, sea cual fuere nuestra condición, situación, raza o cultura.

Se hace necesario construir la paz en tiempo de crisis, vivir la armonía como verdaderos discípulos del Resucitado, estar en comunión como hermanos, y ello conlleva no sólo leer el Evangelio, sino vivirlo, ponerlo en práctica, hacerlo vida en gestos concretos de fraternidad en medio de la dificultad con fe inquebrantable. El cristiano debe estar unido a la historia y no dejarla de lado, debe estar atento a lo que sucede a su alrededor, tener fe en Dios que abre el corazón del hombre para vivir y compartir el sufrimiento y la esperanza de tantos que necesitan de ello, de los pobres y excluidos de la sociedad, de aquellos que en la actualidad han perdido la esperanza, la ilusión y a quienes podemos y debemos atender.

“SEÑOR, HIJO DE DAVID, ¡TEN COMPASIÓN DE MI!”

La petición de la mujer -que leemos en el Evangelio- y que se dirige a Jesús en busca de misericordia, de paz y de sanación, es la petición del hombre de hoy y nos debe llevar a reflexionar sobre varios puntos.

En primer lugar, debemos saber pedir, y pedir con insistencia y humildad. La arrogancia y la falsa humildad que muchas veces se da en algunas personas, hace que la petición se desvanezca, se pierda, no tenga consistencia. Por ello, se debe fundamentar lo que se pide en la oración y hacerlo con fe y con convicción, tal como nos lo enseña la mujer del evangelio que, a pesar de la respuesta de Jesús, no pierde su ánimo ni el objetivo de la petición.

En segundo lugar, debemos velar, cuidar con esmero lo que tenemos, los dones que Dios nos ha dado, las personas que nos ha encomendado, dando lo mejor de sí sin esperar recompensas humanas.

En tercer lugar, aceptar la voluntad de Dios como un don precioso y no como resignación. Esto conlleva a vivir nuestra condición de discípulos y cristianos que somos. Saber pedir con insistencia y humildad nos lleva a sentir en nuestros corazones la misericordia y el amor que Dios tiene preparados para todos y cada uno de nosotros.

Reflexionemos: ¿estamos dispuestos a pedir con humildad? ¿Aceptamos la voluntad de Dios como un don en medio de la crisis que estamos viviendo? Miremos a nuestro alrededor con esperanza y allí encontraremos el campo de servicio en el cual podremos llevar como fieles discípulos el mensaje de Jesús; un mensaje de fe, esperanza y caridad; un mensaje de justicia y de paz; un mensaje que no alivia por un momento, sino que llena para siempre el corazón de cada hombre y cada mujer que pide con sencillez. Este mensaje se hace vida en este momento en el cual necesitamos de Dios y de la unidad de cada uno de nosotros, dando lo que tenemos y no lo que nos sobra, para poder seguir adelante ante el flagelo del Coronavirus que azota cada día al mundo entero, así como aquello que nos aleja de nuestro fin último que es la felicidad verdadera.

MARÍA, MAESTRA DE FE

De la mano con María, madre de Dios y madre nuestra, podemos caminar seguros y con humildad para recoger aquellas migajas que se convierten en gozo y gracias abundantes. El Espíritu Santo nos ilumine y haga de todos y cada uno de nosotros fieles discípulos que sienten en su corazón la misericordia y la paz como un regalo amoroso de Dios, para poder anunciar que estamos más unidos que nunca. Así sea.