Revolution

Dr. Carlos G. Jaime M.

Esta palabra que desde antaño ha sido utilizada como insulto, es derivada de la palabra latina pectiniculus derivada de pecten, con el que denominaban el vello pubiano. En algunos países del cono sur se utiliza para designar a los jóvenes que se las echan de adultos, aunque en la mayoría de Latinoamérica se utiliza peyorativamente para nombrar a cobardes, miedosos, torpes, etc., aunque en el Perú su significado es totalmente diferente, ya que identifica a juguetones, o traviesos, así como también para los aprovechadores o avispados, e incluso es una muestra cariñosa:” Mi pendeja” para designar la novia, esposa, etc.

En Venezuela desde que Arturo Uslar Pietri en una entrevista televisada en 1989 dijo: “Los ciudadanos honestos no corruptos somos pendejos”. Cuando entonces los corruptos de esa época eran niños de pecho comparados con los de ahora, y desde esa época la palabra dejó de ser escatológica y, por ende, prohibida en los “mass media”, conferencias y en el lenguaje culto.

El fenómeno de la corrupción pareciera que fuera una anomalía congénita de los latinoamericanos, puesto que ser una persona horrada, justa y desinteresada en el bien público o ajeno, equivale a ser “Un solemne Pendejo”, e incluso te lo gritan en la cara. Es así como Enrique Santos Discépolo en 1934, en su tango Cambalache te dice: “El que no llora no mama, y el que no afana es un gil”.

Que tremenda estrategia de los “Choros de cuello verde y blanco” alta ingeniería social al mezclarnos cínicamente en la “vidriera de los cambalaches”, siendo ellos quienes pregonan a los cuatro vientos con su cara bien lavada su honestidad a toda prueba, mientras se sirven con el cucharón dejando a los demás sirviéndose con cucharita, sin embargo, cuando se habla de la honestidad como cualidad “sine qua non” en la gerencia pública o privada, nos espetan: “¿Con qué se come eso?. Es más, observando la riada de insultos y epítetos con que los personeros gubermentales y sus corifeos los usan corrientemente para descalificar cualquier intento de crítica, tratando de justificar su incompetencia sin lograrlo.

Es evidente sin duda, la intención de callar cualquier disidencia u opinión contraria, sin embargo, los millones de pendejos hemos decidido mantener esa condición, dada la buena fe del pueblo llano, y ejercer la más sencilla, poderosa e impactante acción que los ciudadanos de condición democrática y libertaria podemos intentar, retando, aunque sea silenciosamente o haciendo catarsis por las redes sociales, que no es otra cosa que reaccionar ante el oprobio que se nos quiere imponer como sea. Muestra de ello fue lo que logramos el pasado 6 de diciembre, cuando ejercimos nuestros derechos, siendo un aldabonazo que, bien podríamos catalogar como el inicio de “La rebelión de los pendejos”.
También es pertinente recordar aquel refrán que dice: “No hay mal que dure 100 años, ni cuerpo que lo resista”.
Como decía mi madre, “Gocen del sol mientras dure”.