Sabían ustedes que dormir bien es uno de los procesos fisiológicos con más impacto en nuestro bienestar diario, pues la falta de sueño a largo plazo tiene efectos negativos sobre nuestra salud, ya que el sueño se regula por la combinación de dos procesos, uno los ritmos circadianos y segundo la acumulación de sustancias inductoras del sueño en el cerebro, como la adenosina. Su cantidad depende de varios factores. Entre otros, el tiempo que llevemos despiertos (a más tiempo, más adenosina) o la calidad del sueño.

El portal informativo BBC explica que nuestro ritmo circadiano controla el denominado ciclo sueño-vigilia, dividido en una fase de descanso (oscuridad-sueño) y otra de alerta (luz-actividad). Por ello, está relacionado con nuestro comportamiento a lo largo del día.

Además el reloj circadiano (“cerca del día”) de nuestra especie dura alrededor de 24 horas, y el organismo necesita sincronizarlo con señales medioambientales. El sincronizador externo más importante de nuestro ritmo biológico es el ciclo luz-oscuridad.

Es importante destacar, que la glándula pineal o epífisis es un agente cronobiótico, es decir, que sincroniza nuestro reloj interno con el ciclo luz-oscuridad. Ante la ausencia de luz, este pequeño órgano cerebral de solo 120 miligramos produce la hormona que nos conduce al mundo de los sueños: la melatonina.

En algunos animales (peces, reptiles y anfibios) esta glándula se localiza bajo la piel y es capaz de recibir la información lumínica de forma directa. De ahí que también se la conozca como “el tercer ojo”.

Sin embargo, en la especie humana, así como en la mayoría de vertebrados, este órgano con forma ovalada y tamaño de un grano de arroz se localiza dentro del cráneo y necesita vías más complejas para saber si es de día o de noche.

La retina es la estructura cerebral encargada de controlar el ritmo circadiano a manera de reloj biológico. El núcleo informa a la glándula pineal, la estrella de este proceso, para que sintetice y libere melatonina en condiciones de oscuridad.

Reseña BBC cuando nuestro reloj interno se desincroniza de los ritmos del medio ambiente, se desencadena un conflicto, por ejemplo, cuando realizamos un viaje cuyo origen y destino tienen diferentes husos horarios (transoceánicos), desencadenándose el famoso jet-lag o síndrome del cambio de horario.

Es de aclarar que la melatonina no solo juega un papel fundamental en la inducción del sueño, sino que también tiene efecto hipotensor e inhibidor de la actividad tiroidea.

Por si lo dicho fuera poco, esta hormona noctámbula también es un agente antioxidante, neuroprotector, modulador del sistema inmune y oncostático, ya que controla el desarrollo de tumores.

Según el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) ha clasificado los turnos de trabajo nocturnos como “probablemente carcinógeno para el ser humano” (el denominado grupo 2A). Existen varios estudios que apuntan a la existencia de una mayor incidencia de cáncer de mama en mujeres que trabajan en turnos rotatorios durante largos períodos de tiempo.

Incluso la conducta sexual resulta afectada por la melatonina, cuyos niveles se elevan en otoño e invierno debido al alargamiento de las noches. Se produce así una atrofia ovárica y testicular que disminuye la producción de hormonas sexuales. Por lo tanto, se reduce la actividad sexual y reproductora. Estos efectos son más evidentes en los animales de reproducción estacional.

Finalmente se puede decir que se debe tener una correcta higiene del sueño para nuestro bienestar físico y psíquico, recomendado por la Sociedad Mundial del Sueño (WSS) que menciona fijar un horario de sueño, controlar la ingesta de cafeína o hacer ejercicio de manera regular. (S.R.)

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