José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
Correo: joselucio70@gmail.com
Reflexión a la luz de la Palabra de Dios
“Quien dice: «Yo lo conozco», y no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está en él.” (1Jn 2,4)
En este tercer domingo de Pascua, la alegría de la Resurrección nos lleva a encontrarnos con Jesús y reconocer en Él a Dios, quien nos ilumina, nos escucha y nos guía por el camino de la paz. Dios cumple a través de la historia lo que se anuncia en los profetas y por ello es que podemos garantizar que lo conocemos de corazón y sinceramente.
JESÚS: NUESTRA ESPERANZA
El tiempo de Pascua nos enseña a vivir la experiencia del Resucitado, caminar junto a Él, hablar con Él, compartir la fracción del Pan y darnos cuenta la importancia de lo que significa verdaderamente seguir a Jesús en la situación actual que todos estamos experimentando. El Santo Padre Francisco, nos recuerda lo siguiente: “El anuncio de la Pascua no muestra un espejismo, no revela una fórmula mágica ni indica una vía de escape frente a la difícil situación que estamos atravesando. La pandemia todavía está en pleno curso, la crisis social y económica es muy grave, especialmente para los más pobres…» (Papa Francisco, Urbi et orbi 2021).
Jesús resucitado nos da unas pautas importantes para que los cristianos seamos testigos de la vida que Él mismo nos da. Ante todo nos invita a extender la paz y vivir en ella, a ser mensajeros de la paz que solo en Él y por Él podemos obtener. En segundo lugar, esa paz nos lleva a disipar las dudas, a quitar de nuestros corazones el miedo que pueda existir para que, en tercer lugar, seamos testigos de su mensaje, de su palabra, de la Fracción del Pan, del Evangelio vivo y presente en cada cristiano, en cada hombre y mujer que coloca en sus vidas la fuerza del anuncio de la Resurrección, clamando al cielo justicia, honestidad, comprensión, paz.
Esa fuerza es la que nos debe animar a vivir de cerca la Misión Evangelizadora que la Iglesia vive en el nombre de Dios, una misión que conlleve a compartir de cerca las necesidades del pueblo que es Iglesia y que, a partir de ella, sea portadora del mensaje de salvación a todos los hombres y mujeres sin exclusión.
Hoy, más que nunca, estamos llamados a vivir la verdadera fraternidad, la honestidad, lo que realmente sale de lo profundo de nuestro corazón. Es el momento de tomar conciencia y ayudarnos mutuamente, pensando en el bienestar de todos, en pro de la vida, en ayuda del prójimo, siendo realmente conscientes de que todos debemos cuidarnos y cuidar a los demás.
MARÍA, MADRE DEL RESUCITADO
María Santísima nos guía, nos protege y nos da la esperanza de caminar juntos en la extensión del Reino de Dios en los demás y en nuestro corazón. Así sea.
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