Eduardo Fernández
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La ausencia del diálogo sincero en nuestra cultura pública hace cada vez más difícil crear un horizonte compartido hacia el cual podamos avanzar juntos.
Mientras más leo los mensajes del Papa Francisco más me seduce y más me conquista. El mundo tiene que dar gracias a Dios por habernos concedido, en esta hora de tanta confusión y de tanta oscuridad, un líder tan inspirado y tan esclarecido como el Papa Bergoglio.
Hoy quiero compartir con mis amables lectores algunos párrafos de una de sus más recientes publicaciones: Soñemos juntos, el camino a un futuro mejor. Son reflexiones suscitadas por su visión del mundo contemporáneo. A ratos parecen estar inspiradas en la doliente realidad de nuestro país.
Dice el Papa:
A medida que el debate público se hace más intransigente, nuestra sociedad corre el riesgo de dividirse y fragmentarse cada vez más. ¿Cómo actuamos en contextos de polarización cuando la política, la sociedad, los medios parecen a veces una riña de gallos, en la que los contrincantes buscan ‘cancelar’ al otro en un juego de poder?
La creciente violencia verbal refleja la fragilidad del ser, el desarraigo, donde la seguridad se encuentra en el descrédito con narrativas que nos hacen sentir justos y nos dan razones para hacer callar “al otro”.
La ausencia del diálogo sincero en nuestra cultura pública hace cada vez más difícil crear un horizonte compartido hacia el cual podamos avanzar juntos. Cuando la parálisis de la polarización se instala, la vida pública se reduce a trifulcas entre fracciones que buscan la supremacía.
Recuerda el Papa su discurso ante el Congreso de los Estados Unidos en 2015 cuando dijo: “El mundo contemporáneo, con sus heridas que sangran en tantos hermanos nuestros, nos convoca a afrontar todas las polarizaciones que pretenden dividirlo en dos bandos”. Y continúa:
En un contexto polarizado, hay que estar atentos al mal espíritu que entra en la división y crea una espiral perversa de acusación y contra acusación. Es precisamente aquí, en la violencia verbal, en la difamación y en la crueldad innecesaria donde se ubica su cueva.
El reto principal no es evitar la polarización, sino abordar el conflicto y los desacuerdos de tal manera de no caer en la polarización. Esto significa resolver la división dejando espacio a una nueva manera de pensar que pueda trascender la división. De este modo las divisiones no generan polarizaciones estériles, sino que dan frutos nuevos y valiosos.
Ante los enormes retos que debemos abordar hace falta practicar el arte del diálogo cívico que sintetiza diferentes puntos de vista en un plano superior. Este tipo de política es mucho más que hacer campaña y debatir… se parece mucho más a un acto de caridad donde buscamos juntos soluciones para el beneficio de todos. Para esta misión, necesitamos la humildad necesaria para abandonar lo que ahora vemos como equivocado y el coraje para incorporar otros puntos de vista que tienen elementos de verdad.
La tarea de “sufrir” el desacuerdo y transformarlo en eslabón de un nuevo proceso es una misión valiosa para todos. Cuando Jesús dijo: “Felices los que trabajan por la paz” (Mt 5,9) seguramente se refería a esta misión.
Seguiremos conversando.
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