(¿Con que se come eso?)

Dr. Carlos G. Jaime M.

El Populismo es una forma de pseudo-democracia autoritaria secuela del fascismo de Mussolini, cuyos protagonistas no se ven como mensajeros del pueblo sino como actores por derecho propio actuando y decidiendo en nombre del pueblo. Es de hacer notar que no intentan destruir la democracia, pero subrepticiamente la socaban torpedeando el imperio de la ley sin abolirla del todo, y como siempre incrementan e insisten en la participación electoral, ello hace pensar a la estulticia colectiva que amplían la democracia, pero que, en realidad la manipulan para mantener el poder el cual se centraliza, manteniendo la división de poderes descrita por el Barón de Montesquieu (1748) tan solo en apariencia.

Fascismo y totalitarismo decididamente forman parte del populismo, y en nuestra América tenemos antecedentes con Cuauhtémoc Cárdenas en México, Irigoyen y Perón en Argentina, Vargas en el Brasil, o Velazco Ibarra en Ecuador. El peronismo sorprendentemente no fue el primer caso en la historia en 1946, sino que a su vez dio lugar a múltiples variantes; sin embargo, analizando cuidadosamente el fenómeno así sea de tendencia derechista o izquierdista, todos los regímenes populistas presentan rasgos comunes.

Un régimen autoritario teóricamente rechaza la dictadura, pero propende al electoralismo y antiliberalismo, convirtiéndose en casi una religión política al reforzar el culto a la personalidad de su líder. Establecimiento de una visión apocalíptica que consagra las victorias electorales como verdaderos éxitos revolucionarios, haciéndolos parecer como refundamiento social. Se labra una teología hacia un líder fundador mesiánico, y todos sus antagonistas políticos se convierten en enemigos internos, a quienes hay que destruir por ser enemigos del pueblo. Se exhibe un nacionalismo radical tipo Chauvin, y su líder personifica al pueblo con una débil concepción del imperio de la ley. Ostensible antipatía ante el pluralismo y la tolerancia política, aunada a la animadversión con rechazo manifiesto por el periodismo independiente, utilizando el poder del estado para acallarlos.

Para muchos analistas políticos latinoamericanos las experiencias del populismo en nuestro continente se explican por las siguientes razones: Si bien este movimiento tiene raíces europeas, su experiencia latinoamericana está permeando regiones tan alejadas como las asiáticas, y africanas, y curiosamente también en la Norteamérica de hoy. Los populistas de todo el orbe invocan al pueblo para apuntalar un tipo de liderazgo autoritario altamente jerárquico, desdeñando el racional diálogo político y el tradicional debate parlamentario que fue ideado para resolver las crisis de representación. Se ataca el sistema de controles y equilibrios para tratar de reafirmar una conexión directa entre el líder y las masas populares, y de esta forma se refuerza la hegemonía y la polarización haciendo a un lado a los opositores, impidiéndoles expresar su opinión por lo general contrarias al discurso oficial.

Obviamente estos movimientos tienen su atractivo para las clases menos favorecidas por los regímenes partidocraticos, utilizando altisonantes discursos de justicia social y promesas de repartición de la riqueza, otorgando al estado la centralización de las políticas socioeconómicas dizque para la protección de los sectores más pobres que son los más vulnerables, y esto lo logran instrumentando asambleas constituyentes que dan lugar a nuevas constituciones haciendo ablución caudal con la, o las anteriores. Pero la luna de miel dura mientras los recursos estatales permiten la profusión de dádivas, y así, cuando comienzan a escasear los recursos se echa mano a las expropiaciones, pero como a quienes se les entrega no se sienten dueños de las mismas, y al no sentir dolor por ellas; las vuelven improductivas y quebradas.

El resultado final es que, combatiendo la pobreza está más bien esta se incrementa y entonces se inventan los enemigos del bienestar del pueblo culpables de la mala situación, evadiendo olímpicamente su responsabilidad aprovechándose de la estulticia colectiva, y ello les hace caer fácilmente en el absolutismo, y ya sabemos por las enseñanzas de esa formidable maestra que es la historia, de qué manera cayeron esos regímenes. Fue así cuando el pueblo francés harto de pasar hambre y necesidades se levantó y asaltó la Bastilla, o también recientemente, cuando los militares argentinos para justificar su chauvinismo trataron de estimular al sentido patriótico lanzándose al belicismo intentando” rescatar las Malvinas”; y ya todos sabemos el resultado.

Como dice un refrán muy popular, “Por lo general les sale el tiro por la culata”.

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