Pbro. José Lucio León Duque
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
Reflexión a la luz de la palabra de Dios
“El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola.” (Mc 4,26-34).
La liturgia de la Palabra de esta semana, nos muestra algunas imágenes que nos ayudan a vivir el cristianismo de una manera más profunda: el crecimiento, la planta y la semilla. Nuestra misión es clara: ayudar en la extensión sin límites del Reino de Dios y su crecimiento en nuestras vidas y en las de nuestros hermanos en medio de la situación que vivimos cotidianamente.
FERTILIDAD CRISTIANA
Para comprender mejor la parábola de la semilla que crece de esa manera, sin que nadie sepa cómo, debemos ver el tiempo en el que vivió Cristo. Las técnicas modernas para incrementar el crecimiento y la producción a través de químicos y máquinas, era totalmente desconocida. Se dejaba todo a la fertilidad del suelo, el cual espontáneamente hacía crecer la planta y el fruto.
Jesús quiere darnos una respuesta clara a nuestras dudas: Dios nos invita a tener paciencia en un mundo que vive en el contexto de la pobreza y la intranquilidad. Si la realización del Reino no depende de nosotros, debemos ser pacientes. La tranquilidad en la extensión del Reino de Dios no es sinónimo de una espera inerte. El cristiano debe obrar con una mentalidad nueva, consciente de que Dios actúa en cada corazón y que llama con el deseo de nuestra respuesta disponible.
La verdadera pobreza es esta: hacer cada cosa sin atribuirnos un mérito que no tenemos; obrar con todas nuestras fuerzas sin pretender nada de preciso. Es una lección de humildad que nos lleva a encontrarnos con un itinerario de fe que nos ayuda a vivir el Evangelio como testigos del amor de Dios.
MARÍA: INSTRUMENTO DE DIOS
María Santísima se presenta como un instrumento de Dios que nos da ejemplo de pobreza, humildad y paciencia. Estamos llamados a vivir como ella y dejar a Dios ser Dios, quien siembra en nuestras vidas la semilla del amor y la misericordia, con el fin de extender su Reino en la vida cotidiana con nuestro ejemplo de vida, nuestro testimonio y la confianza en que podemos ser discípulos y misioneros siguiendo los pasos de Cristo. Así sea.
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