REFLEXIÓN A LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS
“Él les preguntó:
«Y ustedes, ¿quién dicen que soy?».
Tomando la palabra Pedro le dijo:
«Tú eres el Mesías».” (St 2,14.18)
Pbro. José Lucio León
Sacerdote de la diócesis de San Cristóbal
Cada año, al terminar el periodo de las vacaciones, vuelve para muchos la rutina y el quehacer diario y para otros la continuidad de la vida que es un constante caminar con Cristo. No podemos ser discípulos por costumbre, con cansancio, porque “toca”, porque «no hay de otra», dejando pasar año tras año, demorando la vida en Dios: Jesús no quiere cristianos obligados, a Él no le agradan las aparentes devociones. ¡La pregunta de Jesús es directa!
“¿QUIÉN DICE LA GENTE SOY YO?”
Tanto ayer como hoy es una pregunta que Jesús desea que le respondamos. Se habla de Él, en muchos lugares, mucha gente. Jesús es el Hijo de Dios vivo, que interpela nuestra vida. Él es verdaderamente un gran hombre, sencillo y sublime, mensajero de paz, el que habla con autoridad y a la vez con ternura; todo esto es verdad, pero no podemos quedarnos allí. Jesús es Dios, el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne, el Pan Vivo bajado del cielo. Es por ello que la fe se realiza en las obras de caridad, Jesús nos lo enseña y nosotros lo seguimos, lo creemos y lo vivimos.
Desear el bien del prójimo, estar dispuestos a sacrificarnos cuando sea necesario, vivir en la intimidad de la oración con Él, ayudar al prójimo, son garantía de que vamos por buen camino. Las palabras vuelan, se van, aunque tengan semblanza de fe, pero si se encarnan con las obras de caridad en el nombre de Dios, se hacen vida, se hacen presencia, se actualizan en la vida cotidiana y en nuestro corazón. Es por ello que no debemos solo proferir palabras, sino acompañarlas con las obras que Dios cultiva en nosotros para con ello demostrar con sinceridad que nuestra fe es una lámpara que arde sin consumirse.
En estos tiempos en qué vivimos en la zozobra de tantas crisis que llegan juntas, estamos llamados a pedirle a Dios nos llene de su luz, sabiduría, ternura y sentido común. Estamos llamados a tener fe y erradicar el miedo que nos envuelve y nos hace tambalear en el camino de la vida. Nuestra mirada está puesta en Dios y el Él confiamos y nos movemos, en Él encontramos la paz y la verdad ante la mentira y el engaño que se puedan presentar en el itinerario de la vida.
MARÍA SANTÍSIMA, EJEMPLO DE FE VIVA
De la mano con la Virgen María llegamos a Jesús, quien nos guía hacia el amor misericordioso del Padre. Aunque vivir la fe sea una tarea difícil a momentos, no nos desalentemos; sigamos luchando en la búsqueda de una renovación personal y comunitaria, pidiendo junto a María, nuestra madre, poder vivir en paz y armonía, como discípulos y misioneros en la construcción de un mundo mejor, con una fe viva en palabras y obras. Así sea.
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