Dr. Carlos G. Jaime M.

El Homo sapien como todo primate sigue las leyes naturales y en él, la atracción sexual tiene como fin primario la reproducción, cualidad que aparece cuando se despierta el sistema endocrino con el inicio de la sexualidad al comienzo de la adolescencia, pero dada la capacidad Neuronal del cerebro humano, en esta etapa del ciclo vital también se inicia la orientación sexual que por cierto, en la misma no solo interviene la genética, sino también el modelo que percibe desde su infancia (Epigenética, el ambiente en donde crece y se desarrolla), de modo que, las investigaciones sugieren que tanto los factores biológicos, como los ambientales juegan un papel complejo, en el desarrollo de la personalidad que en cada uno de nosotros, es única, e irrepetible.

La identidad sexual es la percepción que la persona tiene de su cuerpo en función de la evaluación que hace del mismo de acuerdo a sus características anatómicas, y en la definición de su identidad sexual van a intervenir, múltiples factores de tipo psicológico, social y biológico; y dentro de este último gónadas, cromosomas y conformación genital.. Lógicamente me refiero a lo identificado como “normal”, y no a las alteraciones de tipo congénito como la intersexualidad que se ve por lo menos en USA, 1 de cada 2000 nacimientos.

En forma natural la atracción sexual se suscita entre los géneros masculino y femenino y su acoplamiento generalmente conduce a la reproducción de la especie, correspondiéndole al femenino llevar y parir el nuevo ser. Ahora bien, el desarrollo cerebral de este homínido lo hace totalmente diferente al resto de primates, ya que la atracción sexual está localizada en el hipotálamo, que a su vez recibe neurotransmisión del sistema límbico, en donde se forma el proceso emocional, interconectado con los lóbulos frontales, asiento del pensamiento racional, estimulando este proceso, la descarga de hormonas que regulan la satisfacción sexual.

Todo proceso fisiológico humano es susceptible de alterarse y hacerse disfuncional como resultado de trastornos anatómicos, fisiológicos y psicológicos, estos últimos con sus acompañantes de ansiedad y depresión. Todas las culturas tienen sus estereotipos culturales que orientan o dirigen la conducta sexual de sus miembros, y como toda conducta a lo largo del tiempo es sucedánea de cambios. Las primeras investigaciones sobre la sexualidad las inició Kinsey en los EEUU desde 1938 al 52, luego Masters y Johnson investigaron en el laboratorio la “respuesta sexual”, y estos estudios han influenciado las investigaciones posteriores de los sexólogos.

Ahora bien; como decía Benito Juárez “El respeto al derecho ajeno es la paz”, y en razón de esta manera de pensar la mayoría de los adultos mayores hemos tolerado las disfunciones e incluso aceptar amigos de este tipo, sin atrevernos a cuestionarlos o criticarlos, por lo menos abiertamente, aclarando que la conducta de éstos por lo general ha sido altamente respetuosa, siendo aceptados por aquello que me enseñaron los colegas mexicanos: “Cada quien puede hacer de su trasero un papalote, echarle viento y ponerlo a volar”.

Históricamente las culturas han tenido su reticencia hacia las desviaciones sexuales, aunque en otras se han aceptado como normales, aunque también en muchas de ellas se han perseguido y hasta castigado. En 1969 en los EEUU dentro de unos disturbios en Stonewall, “salieron de closet” como hoy se dice de quienes declaran públicamente su conducta, e incluso haciendo ostentación de ella, dentro de marchas como la del “orgullo Gay”. Debo confesar que soy de la vieja escuela, sin escandalizarme por algunas conductas que en mis 55 años como médico he visto de todo, pero considero que la sexualidad es un sentimiento íntimo, que su sano disfrute da una sensación de satisfacción y porqué no, de felicidad.

Socialmente este sentimiento se expresa por el lenguaje oral y corporal, pero también soy de la opinión que las relaciones y expresiones eróticas han de guardarse para la intimidad, que los juegos y caricias sexuales están permitidos, siempre y cuando sean aceptadas libremente por los dos, dentro de sus cargas culturales, como moralidad, religión, etc.

Así que estoy en pleno desacuerdo con que se intente imponer esta “ideología” a la brava incluso con apoyo de funcionarios públicos afiliados a la misma, ya que de hecho se pisotea la libertad de criar y educar los hijos de acuerdo a los patrones culturales familiares heredados. Por cierto, que la publicidad tanto en afiches, medios radiotelevisivos y el cine la han promovido, publicando escenas que perfectamente se pueden catalogar como pornográficas y por cierto, me ha llamado la atención películas otomanas muy bien dramatizadas, en las que curiosamente no hay escenas de contenido sexual.

Un poquito de recato no está demás. ¿Cierto?

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