Antonio el Bailarín, un siglo de su nacimiento, por tal motivo, el Ballet Nacional de España le rinde homenaje a este gran hombre que llaman «genio» que dio a conocer a nivel mundial la danza española.
No lleva tutú, pero sí una falda de volantes y en puntas de pie, la bailarina encadena saltos mientras con sus manos suena las castañuelas.
La noche del jueves, el público pudo admirar esta mezcla de géneros en una sala por primera vez abarrotada desde que se inició la pandemia de la Covid-19, en el Teatro Real de Madrid.
Señaló Rubén Olmo, director del Ballet Nacional de España (BNE), que «Antonio es desde luego uno de los grandes de España y un genio de la danza en el mundo».
«Abrió las puertas del mundo para la danza española», con su mixtura de flamenco, bolero, folclore y «danza estilizada», que mostró ante la reina de Inglaterra o el rey Faruk de Egipto.
Nacido en 1921 en Sevilla con el nombre de Antonio Ruiz Soler, fue un niño prodigio que se abrió camino desde muy joven junto con su compañera Rosario. Con mucho talento, esta pareja artística, que perduró por más de dos décadas, actuó frente al rey español Alfonso XIII en 1929.
Adolescente, Antonio el Bailarín se va de España con su compañera durante la Guerra Civil (1936-1939) para hacer una gira por América Latina, antes de desembarcar en 1939 en Estados Unidos, donde conquistará el corazón del público.
Cuenta la historia, que luego de cosechar gran éxito en el Carnegie Hall de Nueva York, el dúo aparece en películas de Hollywood como «Zigfield Girl» (1941), «Sing another chorus» (1941), «Pan-Americana» (1945) o «Hollywood Canteen» (1944).
Una escena de este último filme ilustra a la perfección la danza española: en blanco y negro, se ve a Antonio y Rosario bailar dando vueltas, mientras palmean y ejecutan saltos y figuras, antes de entregarse a un largo «zapateo».
«Era amigo de Nureyev, de grandes bailarines del mundo, que lo adoraban porque él era un enamorado de la danza clásica también», dice Rubén Olmo.
«Puso la danza masculina española en primer término, en el primer plano, porque ya en esa época todavía el hombre estaba acompañando a la mujer», dijo.
Bailarín del BNE, José Manuel Benítez dice sentir orgullo «de realizar esta pieza» de Antonio, personaje muy presente «en el conservatorio».
«Predomina la espectacularidad, predomina el carácter antes que la técnica» y el público «lo que busca es esto: Es emoción, es carisma», describe.
Tras pasar doce años en Estados Unidos, Antonio el Bailarín vuelve a Madrid en 1949 con Rosario, pero decide emprender una carrera en solitario, en la que su arte se expandirá en todo su esplendor.
En la película «Flamenco» de Edgar Neville (1952), interpreta un «martinete», un cante flamenco que hasta entonces no había sido coreografiado.
Actuó en largometrajes británicos, franceses e italianos y entabló amistad con actrices como Audrey Hepburn o Ava Gardner, con el cantante francés Maurice Chevalier y con John F. Kennedy, presidente estadounidense de 1961 a 1963. Cartas subastadas en 2000 lo atestiguan.
En 1979, tras medio siglo de carrera y una última gira por Japón, Antonio el Bailarín se retira. Muere en 1996.
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