Besos al Aire Por: Dr. ALEJANDRO GUERRA MEDINA

BESOS AL AIRE.

Joseph vive en la antigua ciudad de Acre, en Israel. Es herrero, trabaja 14 horas al día moldeando hierros y aceros en la boca de un infierno.No tuvo suerte en eso que llaman amor. Sus arrugas, su pelo cano y una espalda arqueada por el peso de los años se llevaron todas las esperanzas de encontrarlo. Pero, aunque pobre, posee un bello tesoro.En una de las estancias de su modesta casa, alberga una bella colección de besos al aire. Metidos en relucientes tarros de cristal, ahí están, intactos, bellos, lozanos como el primer día. Abandonados a su suerte, los fue recogiendo en estaciones de tren, en viejos y destartalado taxis, en los bastidores del puerto mediterráneo de la ciudad, entre las torres del Patriarca y la de los Alemanes. Joseph los interroga todas las noches.

«¿De dónde venís? ¿Por qué no llegasteis a vuestro destino? ¿Pudisteis atravesar el mar? ¿Qué labios fueron vuestro remitente?». Todos guardan silencio. Una noche de insomnio, Joseph cayó en la cuenta de que a aquellos besos al aire les faltó fuerza, el impuso del viento y que precisamente en ese viento podría hallar una solución. Así pues, desde entonces, cuando en la ciudad antigua de Acre la brisa es propicia, un viejo herrero abre su ventana, desenrosca un botecito, libera un beso y lo ve alejarse danzando por los cielos. Y si tú, lector, en algún momento del sueño, sientes una leve caricia en la cara, no temas ni busques al culpable. Ha sido el capricho del viento que, enamorado, quiso besarte.

Por: DR. ALEJANDRO GUERRA MEDINA
Ilustre Letrado de la Comunidad de Madrid
Columnista de Opinión de: www.elnacionaldigital.com