Dr. Carlos G. Jaime M.

Se le atribuye a Peter Drucker la parábola del desayuno americano que utilizó para diferenciar los términos de COMPROMETERSE E INVOLUCRARSE, aunque en realidad fue James Hunter quien verdaderamente la expresó. Normalmente el desayuno americano aparte de las bebidas agregadas como el jugo de naranja y el café, consiste básicamente en huevos con jamón; por lo tanto, la gallina solo se compromete aportando los huevos lo que no le produce ningún sacrificio, pero en cambio el cerdo tiene que sacrificar su vida para aportar el jamón, lo que hace que se involucre realmente.

Esto está pasando en nuestra amada Venezuela donde prácticamente la totalidad de sus ciudadanos están convencidos que su compromiso logrará el cambio que urgentemente necesita la nación, para poder salir del galimatías socioeconómico y de emergencia humanitaria en el que estamos hundidos, que, según buena parte de los pesimistas no hay salida. Pero por otra parte hay otra buena cantidad de optimistas rogando la ayuda divina que nos envíe al nuevo guía, quien al igual que Moisés nos ha de conducir a la tierra de leche y miel, según el relato bíblico.

La historia nos enseña que aquellos que lograron el éxito fue solo a punta de sacrificio, arriesgándose en la tarea emprendida e ignorando los fracasos, tal como dijera Thomas Alva Édison: “la genialidad consiste en 100 por ciento de sudor y 10 por ciento de inspiración”. En consecuencia, el fracaso se toma frecuentemente como lo opuesto al logro, ignorando que el mismo es el primer paso para tener éxito aun cuando tengamos que ir persistiendo una y otra vez; eso sí, trazando una estrategia distinta en cada experimento, porque como decía Albert Eisten” No se pueden obtener resultados diferentes, haciendo lo mismo”.

Según Winston Churchill: “El éxito es ir de fracaso en fracaso sin desesperarse”, y ejemplo de ello fue Abrahán Lincoln quien sufrió amargas decepciones en su carrera política por muchos años, hasta que persistiendo pudo lograr la presidencia pasando a la historia como uno de los más grandes líderes políticos americanos. Por su parte Henry Ford después de revolucionar la industria automotriz expresó: “El fracaso es la oportunidad de comenzar de nuevo en forma inteligente”.

Podríamos seguir desgranando ejemplos, pero la enseñanza que podemos colegir de los mismos es que, si nos involucramos en el problema y persistimos tenazmente, al final de mucho esfuerzo lograremos alcanzar nuestro objetivo. ¿Y por qué digo esto? Porque después de estos largos años de batallar con un sentimiento de frustración persistente estamos en un estado de anomia colectiva, llenos de decepción por un liderazgo opositor que pareciera cohabitar con el régimen, estando observando ahora un “comprometimiento nacional”, con multitud de “guerreros del teclado” enviando diariamente miríadas de mensajes uno más bizarro que el otro, expresando cual o cuales estrategias habrá que instrumentar para salir de esta apremiante situación.

Otros con mensajes de naturaleza religiosa exigiendo cadenas de oraciones, como si las mismas fueran publicidad comercial aderezadas además con infografías, y finalmente hay otras con chistes políticos creyendo ilusamente que incomodan al gobierno, ignorando que los mismos” les resbalan” a los funcionarios del régimen.

Decididamente me atrevo a sugerir que no podemos esperar que la solución venga de las alturas, sino como nos enseña la historia. El movimiento libertario debe surgir de las bases populares con organización local, comenzando con pequeñas acciones de solidaridad humana tratando en principio de involucrarse resolviendo los problemas del barrio, e ir cohesionando el movimiento comunitario que al final arrastre a los líderes que, si tienen algo de inteligencia social se percaten del descontento y asuman su responsabilidad de confrontar al absolutismo despótico. Esa es la verdadera función de las redes sociales lamentablemente desperdiciadas fútilmente, y ojo, debiendo aprovecharlas antes que el régimen las controle, como ya parece que lo está intentando.

Como dijo Georg C. Lichtemberg. “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.

¿Lo quieren así?, o más claro.

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