Un estudio sitúa al beligerante pueblo de los caribes en Jamaica, La Española y las Bahamas, lo que da credibilidad a los relatos macabros del conquistador español

FUENTE: ABC

Cuando Cristóbal Colón llegó a lo que hoy son las Bahamas en su primer viaje a América se encontró con un pueblo «gentil y de gran sencillez», cuyas gentes caminaban desnudas y recibían contentas baratijas a cambio de oro. Eran los pacíficos taínos, habitantes de lo que parecía el paraíso terrenal perdido. Sin embargo, cuando el almirante se dirigió a la bella isla de Guadalupe tuvo un recibimiento mucho más hostil. En sus relatos, describe a hombres feroces hábiles con los arcos y la flechas, que gustaban de devorar la carne de sus semejantes. Conservaban huesos humanos en cestas, y cabezas y piernas sangrantes colgaban de las vigas de sus casas, dicen las crónicas españolas.

Colón escucha cómo los buenos taínos vivían aterrorizados por estos saqueadores y, quizás llevado por su interés en encontrar indicios de pueblos orientales, interpreta su nombre como «canibas», los súbditos asiáticos del Gran Khan. Unas décadas más tarde, sus sucesores españoles lo corrigieron por el de caribe, unos indios procedentes del continente, de la costa de Venezuela, Colombia y Guyana. Son ellos a los que se les ha atribuido la antropofagia, quizás por motivos rituales, para apropiarse de la fuerza del enemigo, o quizás por gusto. Sin embargo, los arqueólogos creían que estas gentes nunca llegaron a las Bahamas, situando su puesto de avanzada más cercano casi 1.600 km al sur, por lo que muchos han pensado que las macabras historias españolas sobre los caribes no eran más que mitos.

«Colón tenía razón»

Un nuevo estudio morfológico de más de cien cráneos de los años 800 a 1542 que pertenecen a los primeros habitantes del Caribe sugieren que Colón pudo haber dicho la verdad. El análisis, publicado en «Scientific Reports», ha desvelado que los caribes invadieron Jamaica, La Española y las Bahamas, lo que revoca medio siglo de suposiciones de que nunca llegaron más al norte que Guadalupe y da crédito a las afirmaciones del navegante.

«Pasé años tratando de demostrar que Colón estaba equivocado cuando tenía razón: había caribes en el norte del Caribe cuando llegó», reconoce William Keegan, del Museo de Historia Natural de Florida (EE.UU.) y coautor del artículo. «Vamos a tener que reinterpretar todo lo que creíamos saber», afirma.

Ann Ross, profesora de ciencias biológicas en la Universidad Estatal de Carolina del Norte y autora principal del estudio, utilizó «puntos de referencia» faciales en 3D, como el tamaño de la cuenca de los ojos o la longitud de la nariz, para analizar los cráneos. Estos puntos pueden actuar como un indicador genético para determinar relaciones entre las personas. «Sabemos que los caribes practicaban el aplanamiento del cráneo para producir características particulares. Eso es bastante fácil de detectar. Pero para rastrear realmente una población, hay que fijarse en las características heredables, cosas que se transmiten genéticamente», explica la investigadora.

Tres olas de migración

El análisis reveló no solo la existencia de tres grupos diferentes de personas en el Caribe, sino también sus rutas de migración. La primera oleada de migración fue de Yucatán hasta Cuba y las Antillas, lo que respalda una hipótesis previa basada en similitudes en las herramientas de piedra. Los segunda ola de arahuacos (grupo que incluye a los taínos) se produjo de las costas de Colombia y Venezuela a Puerto Rico entre 800 y 200 a.C., un viaje también documentado en cerámica.

Pero, y esta es la parte más emocionante para los autores, existió una tercera oleada de migración desconocida hasta ahora. Los primeros habitantes de las Bahamas y la Española no eran de Cuba como comúnmente se pensaba, sino del noroeste del Amazonas: eran los caribes. Alrededor del año 800, se dirigieron hacia el norte, hacia La Española y Jamaica y luego a las Bahamas, donde estaban bien establecidos cuando Colón llegó. Para Ross, este conocimiento «cambiará la perspectiva sobre la gente y la población del Caribe».

El descubrimiento aclara por qué un tipo de cerámica diferente al resto conocida como meillacoide aparece en La Española en el año 800, en Jamaica cien años más tarde y en las Bahamas en el primer milenio. Esa cultura puede estar relacionada con la expansión de los caribe.

Asustar a los enemigos

Entonces, ¿había algo de verdad en las historias de canibalismo? «Posiblemente», dice Keegan. Los arahuacos y los caribes eran enemigos, pero a menudo vivían codo con codo con matrimonios ocasionales antes de que estallaran las enemistades, una especie de rivalidad sangrienta entre familias. «Tal vez hubo algo de canibalismo. Si necesitas asustar a tus enemigos, esa es una muy buena manera de hacerlo», señala el investigador. Lo cierto es que no está claro que se comieran los unos a los otros. Algunos historiadores defienden que solo realizaban ceremonias en honor a familiares fallecidos o enemigos valientes.

Sea o no exacto, la percepción europea de que los caribes eran caníbales tuvo un tremendo impacto en la historia de la región. La monarquía española insistió inicialmente en que a los indígenas se les pagara por el trabajo y se los tratara con respeto, pero cambió su opinión después de recibir informes de que se negaban a convertirse al cristianismo y comían carne humana.

«La corona dijo: ‘Bueno, si se van a comportar de esa manera, pueden ser esclavizados’», apunta Keegan. Eso explica, continúa, que «de repente, todas las personas nativas en todo el Caribe se convirtieran en caribes para los colonos».