Un nuevo estudio arroja luz al debate sobre cómo desaparecieron el 75% de las especies de la Tierra hace 201 millones de años, apuntando a grandes emisiones de dióxido de carbono como culpables del desastre
FUENTE: ABC
Hace unos 201 millones de años en la Tierra se produjo una extinción masiva que acabó con cerca del 75% de las especies. Sobre todo afectó a la fauna marina, la mayoría de terápsidos y los últimos grandes anfibios, lo que dejó vía libre al dominio de los dinosaurios durante el periodo Jurásico siguiente.
Sin embargo, los científicos no se ponen de acuerdo sobre qué ocurrió realmente para la desaparición de todo este nivel de vida: ¿lo provocó un asteroide? ¿Cambios en el nivel del mar, quizás?
La teoría con más fuerza es que el evento tuvo lugar por las erupciones volcánicas masivas en la llamada provincia magmática del Atlántico Central, a la vez que el supercontinente Pangea se dividía para crear los continentes fragmentados actuales. Un nuevo estudio viene a avalar esta teoría al afirmar que la cantidad de dióxido de carbono liberado a la atmósfera por las erupciones era comparable a todo el CO2 que será producido por el hombre en el siglo XXI. Así, todos estos volúmenes de dióxido de carbono contribuyeron de forma muy significativa al calentamiento global del Triásico final, lo que dio lugar al aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos. Los resultados se publican en « Nature Commucations».
Qué se sabía hasta la fecha
«Las grandes erupciones de la provincia ígnea coinciden con muchas extinciones masivas fanerozoicas importantes, lo que sugiere una relación causa-efecto donde la desgasificación volcánica desencadena cambios climáticos globales», escriben los investigadores en su estudio. «Los elementos volátiles afectan al comportamiento de los magmas durante su ascenso a través de la corteza, y controlan el tiempo y la energía de las erupciones volcánicas. Cuando se liberan rápidamente a la atmósfera, los gases como el CO, CO2, CH4, SO2, H2S, HCl y CH3Cl pueden tener un impacto devastador en el clima global y la biota», continúan explicando.
Así, el principal autor del estudio, Manfredo Capriolo, de la Universidad de Padua (Italia) y colegas de diferentes universidades de todo el mundo, encontraron pruebas de abundante CO2 en rocas basálticas pertenecientes a esta zona, analizando pequeñas burbujas de disolución de gas preservadas dentro de las rocas. En concreto, se usaron más de 200 muestras de flujos de lava basáltica de lugares de América del Norte (concretamente de EE. UU. y Canadá), África (Marruecos) y Europa (Portugal), que guardan restos geológicos de Pangea mientras se resquebrajaba para dar lugar a los actuales continentes. En estas rocas descubrieron atrapadas las burbujas de gas CO2, una suerte de «reliquias» del Triásico Final que dataron en relación con su sustrato.
¿Se puede repetir la historia?
Con esos datos, se observó que la actividad volcánica coincidía con las primeras etapas de la ruptura de Pangea, «lo que condujo a la apertura del Océano Atlántico Central», escriben los autores. «Tales erupciones, cortas y poderosas, pueden haber tenido un impacto severo en el clima global al limitar el tiempo en el que los procesos de retroalimentación negativa, como el desgaste de los silicatos de Ca-Mg, pueden reducir el calentamiento y la acidificación». Es decir, que esta expulsión de CO2 abrupta no permitió a la Tierra recuperarse del calentamiento repentino debido a la proliferación de gases invernadero, lo que afectó al ciclo de carbono y acabó por afectar también a la vida en la Tierra.
Los datos de las muestras permitieron estimar el volumen total de CO2 volcánico liberado durante las erupciones del Triásico Final, y hallaron que las erupciones (que se calculan en unos 100.000 kilómetros cúbicos de lava en unos 500 años) probablemente emitieran el mismo dióxido de carbono que todas las actividades antropogénicas -es decir, las producidas por el hombre- emitirán en todo el siglo XXI.
Es decir, de continuar con el mismo ritmo de emisión de CO2 a la atmósfera, se puede dar el mismo escenario que hace más de 200 millones de años: una nueva extinción masiva, advierten los autores.