Se trata de un ginandromorfo que se habría creado por un error genético accidental
FUENTE: ABC
Corría la primavera de 2018, cuando la entomóloga Erin Krichilsky se topó con la abeja más desconcertante que había visto en su vida: el lado derecho de su cuerpo tenía la robusta mandíbula llena de pequeños dientes típicas de las hembras, pero su lado izquierdo era mucho más pequeño y delicado, igual que los machos.
Además, las patas de uno y otro lado eran diferentes. Como si alguien hubiese cortado un ser de cada género y lo hubiera pegado en un nuevo animal combinado. ¿Qué era eso?
Mirando por el microscopio al insecto de cuatro milímetros de longitud, Krichilsky, entonces asistente de investigación en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) en Panamá, se dio cuenta de que había encontrado algo extraordinario. «No se parecía a nada de lo que estaba acostumbrada a ver», afirma en una información publicada en el portal del Smithsonian. «Fue un día muy emocionante».
Este misterioso insecto, descrito recientemente en la revista Journal of Hymenoptera Research, es un ginendromorfo extremadamente raro: un animal anatómicamente mitad macho y mitad hembra, y el primero identificado en la especie Megalopta amoena, un tipo de abeja que se encuentra en América central y Suramérica.
A diferencia de los hermafroditas, que a menudo tienen una presencia masculina o femenina, pero tienen los órganos reproductores de ambos, los ginendromorfos tienen verdaderos mosaicos sexuales en sus cuerpos. Debido a su rareza en la naturaleza, estos individuos divididos por sexo son poco conocidos. Aún así, los investigadores han documentado ginendromorfos en criaturas que van desde mariposas y crustáceos hasta reptiles y aves.
Otros ejemplos en abejas
Otro ginendromorfo de la misma familia fue hallado en 1999. Concretamente el híbrido macho-hembra era de la especie Megalopta genalis. Pero en estas dos décadas los investigadores de STRI no han encontrado ningún otro ejemplo en decenas de miles de abejas recolectadas.
En términos generales, las abejas, avispas y hormigas, que pertenecen al grupo himenópteros, viven en sociedades matriarcales en las que las hembras «recogen polen, construyen nidos, cuidan a las crías», explica Adam Smith, biólogo de la Universidad George Washington. Como tal, la evolución ha equipado a estas hembras con rasgos compatibles con su interminable lista de tareas: fuertes mandíbulas capaces de excavar en madera; patas traseras gruesas y peludas que pueden atrapar y transportar polen; y un aguijón de punta afilada para la defensa. Sin embargo, los machos «no hacen nada útil excepto la cópula», dice Smith, por lo que su físico es más débil.
Una teoría de cómo surgió
Aunque los investigadores no están seguros de cómo surgió exactamente esta extraña abeja, los estudios en insectos similares podrían proporcionar algunas pistas. Hace varios años, otro equipo de científicos dirigido por el experto en abejas de la Universidad de Sydney, Benjamin Oldroyd, analizó los genes de varios ginandromorfos de abejas melíferas y descubrió que los híbridos macho-hembra eran probablemente un accidente.
En los humanos, el sexo biológico está determinado por dos cromosomas sexuales: uno de mamá y otro de papá. Heredar dos X produce una mujer, mientras que una X emparejada con una Y crea un hombre. Pero las abejas hacen las cosas de una manera diferente: todos los huevos fertilizados, que transportan material genético de una madre y un padre, eclosionan en abejas hembras. Sin embargo, los óvulos no fertilizados aún pueden dar descendencia: machos «huérfanos» que solo llevan un conjunto de cromosomas de sus madres, la mitad de lo que se encuentra en las hembras. El sexo, en otras palabras, está determinado por la cantidad de información genética en las células de una abeja.
En muy, muy raras ocasiones, un segundo espermatozoide puede colarse en un óvulo ya fertilizado, una futura hembra, y comenzar a copiarse, explica Oldroyd. Esto crea dos géneros asimétricos que pueblan su propia mitad del embrión en crecimiento: uno que surge de la unión del óvulo y el primer espermatozoide que se desarrolla como hembra, y otro, que nace únicamente del segundo espermatozoide. Debido a que este segundo esperma nunca se asocia con su propio óvulo, el recuento de cromosomas en su linaje se mantiene bajo, creando solo células masculinas.
Estos eventos de doble fertilización parecen explicar al menos algunos ginendromorfos de abejas melíferas, aunque los híbridos macho-hembra en otras especies pueden manifestarse de otras maneras. Otra teoría es que una célula en un embrión femenino típico se «equivoca» mientras se copia, generando una célula femenina y una célula masculina en lugar de dos células femeninas. Esas nuevas células luego seguirían dividiéndose independientemente, produciendo dos líneas sexualmente divergentes.