Dr. Carlos G. Jaime M.

Francisco Javier Pérez en el prólogo de ese magnífico libro de Rafael Cadenas “En torno al lenguaje”, comenta que Jesús Semprun en 1906 señalaba que: “El español de Venezuela era uno de los más admirados del continente por su uso, cuidado y capacidad creativa a prueba de toda crítica”. Esa opinión la iba a contradecir la aparición del petróleo y la migración interna que, aunada a la interacción con lenguas extranjeras, hizo desmoronarse los ánimos venturosos de Semprun.

De modo pues que testimonios de Emilio Constantino Guerrero, Mariano Picón Salas, Mario Briceño Iragorry, Isaac Pardo, Alexis Márquez Rodríguez, Ida Gramcko, Ángel Rosenblat, y muchos más, coinciden dentro de sus particularidades señalando impropiedad en el mal uso de nuestros recursos lingüísticos. Para Cadenas la decadencia en el cuidado de la lengua se debe a las deficiencias en la educación. El fracaso escolar por el desinterés en lo que el lenguaje significa como visión y edificación del universo. Haciendo hincapié en el desinterés de nuestros educadores a todos los niveles especialmente en la primaria, seguido del bachillerato, permitiendo llegar a la universidad a unos “analfabetos funcionales”: Leen, pero no entienden lo que han leído.

Es una verdad lapidaria que la literatura es la fuente depositaria de la lengua en la que abrevamos en busca del caudal cognitivo, y aunque a veces se siente sensación de dificultad expresiva, en el libro siempre encontraremos aquella palabra o expresión lingüística que nos hace falta para expresarnos adecuadamente. La característica de cualquier pensante es siempre preguntar antes de solicitar respuestas. Por lo tanto, uno se pregunta: ¿Qué está pasando con los profesores y estudiantes que orbitan en la educación del castellano? Esta materia sino se le imprime entusiasmo por el placer de leer, resulta más árida que las matemáticas, ya que, si no existe vivencia en los conductores, menos la habrá en los conducidos.

Tanto es así que el llamado “lenguaje escatológico” tildado así por su relación con la suciedad o lo excrementicio, al parecer es ya una tendencia mundial; porque si por casualidad uno está cerca de un grupo de jóvenes reunidos en un circunloquio, oirá un sin fin de expresiones escatológicas expresadas sin el menor recato por varones y féminas a la manera de vulgares fámulos. Es un perfecto galimatías como si estuviesen utilizando una jerga, Slang, o especie de papiamento. Pero lo mejor aún, es que con la aparición de los “teléfonos inteligentes”, estos han permitido el surgimiento de nuevas formas de comunicación denominadas “Redes sociales” con audios o audio-videos y en unos pocos minutos, tranquilamente vierten toda clase de improperios, sin el menor pudor.

Ahora bien, no voy a ponerme el traje de purista del idioma castizo, porque he de confesar que un “taco” bien dicho, sobre todo si el mismo es causado por un golpe en la espinilla, por ejemplo, tiene indiscutiblemente, un cognomento de catarsis. También es cierto que este tipo de lenguaje depende de la circunstancia o situación que suscitan dichas expresiones, cobrando gran importancia el “tono” en el que se profiere, ya que la mayoría de nosotros las utiliza sin tener la menor idea de su proveniencia.

Me explico: “Carajo” proviene de la canastilla situada en la punta del palo mayor de los barcos de vela, y el mortal que estaba allá quedaba expuesto a la inclemencia de los elementos. Así entonces era como una especie de castigo, por lo cual cuando se enviaba a alguien allá se le decía:” Vete al carajo”. “Coño” proviene de una égloga de Virgilio refiriéndose a la forma de cuña del vello pubiano femenino. “joder” es una maldición de la época visigoda escrita en una lápida:” Jodido seáis”, y así pudiera seguir y seguir.

Otro aspecto que hay que tener en cuenta es el hablar de la localidad en que nos encontremos porque muchas expresiones que por ejemplo los venezolanos, no tienen el significado de lenguaje figurado, y en otros países sí. Paso a explicarlo: En México invitar a alguien a “echarse palos” significa una invitación procaz a tener relaciones íntimas. Ni se te ocurra “pedir la cola” porque te expones a una respuesta agresiva. En Argentina ni se ocurra “coger el autobús” porque te dirán degenerado, En Chile no puedes decir “concha” porque te estas refiriendo al órgano femenino.

Finalmente, no quiero dejar por fuera los audios que diariamente emite un paisano a quien conozco muy bien, autodenominado “el gocho”, quien por cierto tiene miríadas de seguidores e inclusive acaba de publicar un libro en USA. Con un lenguaje muy original y evidentemente escatológico, y en un tono cargado de humor utilizando expresiones tachirenses; se ha dedicado a criticar fuertemente al gobierno y la oposición, enfilando las baterías a sus personajes emblemáticos. También me ha llamado la atención las intervenciones de Miguelito Rodríguez quien también lo usa, pero en franco sentido peyorativo.

De modo, entonces, que depende quién, cómo, cuándo, dónde y porqué, se utilice este tipo de expresiones, para entonces tener la autoridad de emitir opinión o juicio. Pero lo que sí es importante a fe mía; es la labor correctora que tanto los padres, profesores de todos los niveles, o superiores en jerarquía, procurar reconvenir amablemente a los muchachos, enseñándoles que nuestro idioma es sumamente rico en expresiones, y que, si tenemos un buen bagaje lingüístico nos podemos dar el lujo de insultar elegantemente.

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