Pbro. José Lucio León
Sacerdote de la Diócesis de San Cristóbal
Reflexión a la luz de la Palabra de Dios
“¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios…” (Jos 24,16).
La vida del cristiano se encuentra en diversas ocasiones ante la misma interrogante que Pedro se coloca: “¿A quién iremos?”. Es una cuestión de entrega y de necesidad ante la presencia de Jesús, la cual es plenitud y vida en medio de las vicisitudes que se presentan cotidianamente.
LA META ES JESÚS…
Jesús es el Santo de Dios, el Mesías, el Redentor, el Salvador del Hombre. Siendo el Santo de Dios, no existen en Él palabras falsas, sino Verdad, la Verdad que es el fundamento de su Palabra cuando anuncia el Evangelio e invita a la conversión. Jesús no promete nada que no se realice, Él es la Verdad presente en la vida del hombre, de todos y cada uno de nosotros. Esta es la Verdad que confiesa Pedro y en la que confía cuando ve y confirma en Jesús su bondad, su amor y su misericordia.
El camino que debemos seguir es una vía en la cual podemos escoger si profundizar en el amor de Dios o quedarse en la teoría. “¿A quién iremos?”: a Jesús presente en la Eucaristía, presente en la vida cotidiana, en el pobre y excluido, en quien tiene problemas, en quien necesita del apoyo en momentos de dificultad, en cada obra que viene de Dios y en Él tiene su fundamento. Solo en Dios tenemos luz y fortaleza, Él nos regala su presencia permanente en la Eucaristía, mostrándose y siendo el camino que debemos seguir sin dudar de ello.
San Juan Pablo II nos dice: “La meta y el término de nuestra vida es él, Cristo, que nos espera, a cada uno y a todos juntos, para guiarnos más allá de los confines del tiempo en el abrazo eterno del Dios que nos ama. Pero si la eternidad es nuestro horizonte de hombres hambrientos de verdad y sedientos de felicidad, la historia es el escenario de nuestro compromiso diario. La fe nos enseña que el destino del hombre está inscrito en el corazón y en la mente de Dios, que gobierna los hilos de la historia. Y nos enseña asimismo que el Padre pone en nuestras manos la tarea de comenzar ya desde aquí la construcción del reino de los cielos que el Hijo vino a anunciar y que llegará a su plenitud al final de los tiempos.” (Ciudad del Vaticano, 26 de noviembre de 1995).
Es un mensaje actual que se hace vida en medio de un pueblo necesitado de Dios y de paz. Un pueblo que encuentra en Cristo la luz necesaria para iluminar el itinerario de vida que nos corresponde experimentar cada día. Es la esperanza de encontrar en Dios la vía para poder sentirnos verdaderos hermanos y podamos ayudarnos siempre más.
MARÍA, PRESENTE CON SU HIJO
La Virgen María nos acompaña en el camino que debemos recorrer. Dejémonos guiar por Ella y nuestra respuesta a la pregunta de Pedro será decidida y firme: Jesús es el Camino a seguir, la Verdad en la cual creer y la Vida que nos llena en plenitud. Así sea.
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