FUENTE: CUIDATEPLUS
Los términos artrosis y artritis hacen referencia a enfermedades reumáticas que afectan a las articulaciones y que tratan los reumatólogos. Aunque tienen puntos en común, en el fondo son entidades muy diferentes en cuanto a causas, síntomas, pronóstico y otros aspectos. Dos reumatólogas nos dan las claves para comprenderlas mejor y saber distinguirlas.
La primera diferencia que salta a la vista es que la artrosis es una única enfermedad, pero con distintas formas según la localización: de mano, de rodilla, de cadera, lumbar, cervical… En cambio, la palabra artritis no se suele pronunciar de forma aislada porque no se aplica a una sola patología, sino que es el denominador común de enfermedades muy diversas: artritis reumatoide, artritis psoriásica, artritis idiopática juvenil, espondilitis anquilosante, artritis microcristalinas (entre las que se encuentra la gota), las artritis infecciosas… También puede ser “el síntoma de otras enfermedades reumáticas, como es el caso del lupus eritematoso sistémico”, apunta Montserrat Romera Baurés, reumatóloga del Hospital Universitario de Bellvitge (Barcelona) y portavoz de la Sociedad Española de Reumatología (SER).
En cambio, la artrosis hay que entenderla, según explica Ana Sánchez Atrio, jefa de Sección de Reumatología del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, de Alcalá de Henares (Madrid), “como un resultado final al que se puede llegar por muchos caminos”. El fundamental es “el envejecimiento, pero hay otras causas”, como pueden ser las artrosis que aparecen años después de una fractura de articulación.
Definición de artrosis y artritis
La artrosis es una enfermedad reumática crónica que lesiona el cartílago articular. Provoca dolor, rigidez e incapacidad funcional, que impide realizar con normalidad algunos movimientos tan cotidianos como cerrar la mano, subir escaleras o caminar.
El término artritis (artr: articulación, itis: inflamación) significa, literalmente, inflamación de una articulación. “Existen diferentes tipos de artritis y con mecanismos totalmente diferentes”, insiste Romera. Lo que todas ellas tienen en común es el dolor e hinchazón de las articulaciones, que suele acompañarse de enrojecimiento de la piel.
Recapitulando, en la artritis el rasgo principal es la inflamación y en la artrosis es el desgaste. Son dos enfermedades que cursan con dolor, en ocasiones hinchazón y rigidez, pero en la artrosis el dolor es de tipo mecánico, es decir, se desencadena con los movimientos y mejora con el reposo.
Dolor, inflamación y otros síntomas
En patologías como la artritis reumatoide, que es la enfermedad inflamatoria articular más frecuente, sucede justo lo contrario: el dolor tiende a empeorar con el reposo. “Cuando la persona se levanta y empieza a caminar le va doliendo menos, como si se ‘engrasara’”, expone Sánchez Atrio. Otra característica de esta dolencia es la rigidez matutina, sobre todo en las articulaciones de las manos y los pies. En el caso de la espondiloartritis, el dolor y rigidez se manifiesta, sobre todo, en la columna lumbar y también mejora con el movimiento.
La reumatóloga del Hospital Príncipe de Asturias subraya la importancia de reconocer estos síntomas para acudir cuanto antes al médico de atención primaria, que será el que valore la derivación al especialista: “Es crucial el diagnóstico precoz porque el pronóstico es muy distinto si se inicia el tratamiento cinco años antes o después, cuando ya hay secuelas”.
Causas y factores de riesgo de la artrosis y la artritis
Romera señala que la artrosis puede ser “primaria (la más frecuente y de causa desconocida) o secundaria a otras enfermedades”. Entre los factores de riesgo cabe destacar la edad (el cartílago sufre cambios con el paso del tiempo y se va haciendo menos elástico), el sexo (es más frecuente en mujeres), un antecedente traumático, el sedentarismo, el sobrepeso y la obesidad. “La obesidad es el factor de riesgo modificable más importante en la artrosis. Los hombres y mujeres obesos tienen de 4 a 5 veces más riesgo de desarrollar artrosis de rodilla”, precisa. Esta enfermedad reumática no es hereditaria, pero sí tiene un componente de riesgo genético que, junto con otros factores, puede hacer que aparezca con más facilidad en los sujetos que tienen una historia familiar.
La obesidad y la falta de ejercicio físico no son tan determinantes en la aparición de las enfermedades reumáticas inflamatorias, pero sí en su progresión y pronóstico. La edad de inicio es muy variable. Así, se suele decir que la artritis reumatoide se inicia entre la cuarta y la quinta década de la vida, aunque Sánchez Atrio matiza que muchos casos se diagnostican antes. En el lupus surge incluso antes: en la segunda o tercera década. En lo que se refiere al sexo también hay ciertas divergencias: por ejemplo, la artritis reumatoide es mucho más frecuente en mujeres, pero la espondiloartritis es más habitual en hombres.
Otro factor de riesgo clave es el tabaquismo. “Últimamente, múltiples estudios ponen de manifiesto el papel del tabaco como posible factor desencadenante en la aparición, el pronóstico y la respuesta a los tratamientos de las artritis inflamatorias”, resalta Romera.
¿Se pueden prevenir?
A la luz de los factores de riesgo mencionados, parece claro que el margen para la prevención mediante un estilo de vida saludable -alimentación sana y actividad física, sobre todo- es mucho mayor en el caso de la artrosis.
No obstante, dejar de fumar sí que podría actuar como freno ante enfermedades como la artritis reumatoide. “El tabaco aumenta el riesgo de padecer la enfermedad en personas con predisposición genética y también empeora el pronóstico”, resume Sánchez Atrio.
Tratamientos muy diferentes
Los tratamientos de la artritis y la artrosis son claramente diferentes. “No existe un tratamiento curativo para la artrosis, pero una combinación de fármacos, actividad física, protección de las articulaciones, evitar la obesidad y terapia física u ocupacional pueden mejorar la calidad de vida de los pacientes”, comenta Romera. Para el tratamiento farmacológico se utilizan analgésicos, antiinflamatorios, fármacos modificadores de la enfermedad e infiltraciones. Hay evidencias crecientes del papel que la nutrición puede tener en el manejo de esta enfermedad. “La dieta mediterránea puede tener un efecto protector por sus propiedades antiinflamatorias y por su efecto sobre la obesidad”, añade la especialista.
Las terapias para la artritis son muy variables y se tiende a la individualización. “Lo más importante es realizar un diagnóstico etiológico lo más precoz posible para instaurar un tratamiento adecuado que será diferente dependiendo de la enfermedad reumática de la que se trate”, resalta Romera. Entre los tratamientos para aliviar los síntomas de estas patologías “se encuentran los analgésicos, los antiinflamatorios y los glucocorticoides”, especifica. Ahora bien, a largo plazo es preciso aspirar a metas más ambiciosas, para lo cual, “después de un diagnóstico concreto, debe iniciarse un tratamiento específico, modificador de la enfermedad -como en las artritis inflamatorias o en la artritis gotosa-, o bien el tratamiento antibiótico en caso de artritis infecciosas”. El objetivo es conseguir el control de la enfermedad y evitar la destrucción articular.