EL ABORTO

Dr. Carlos G. Jaime M.

La palabra aborto proviene del latín Abortus que significa la interrupción del embarazo de forma natural o voluntaria antes que el feto pueda sobrevivir fuera del útero materno. Cuando se expulsa el embrión antes de las 20 a 22 semanas en forma natural se le llama espontáneo, que puede tener múltiples causas tales como defectos cromosómicos, enfermedades de la madre, intoxicaciones etc.

Se le llama aborto inducido a la eliminación voluntaria del embrión por medios farmacológicos y/o quirúrgicos, por lo general clandestino, y realizado por personal médico, o no.

Es terapéutico cuando lo hace el médico bajo estrictas razones. La madre en peligro de muerte si se deja continuar el embarazo, o cuando se demuestra fehacientemente que el feto es inviable, que afortunadamente hoy se puede diagnosticar gracias a los modernos medios imagen lógicos, siempre y cuando los padres estén de acuerdo.

Por siglos se ha debatido sobre el aborto esgrimiendo argumentos morales, religiosos y legales. Los dos primeros se centran en el concepto del feto como ser vivo desde el momento de la concepción, por lo que se deduce que evidentemente es un asesinato. En muchos países la restricción ha sido establecida en la ley, aunque con ciertas circunstancias que lo eximen, tales como, violación, incesto, riesgo para la salud de la madre e inviabilidad del feto.

Muchos países lo han legalizado aduciendo que la mayoría de ellos se realizan clandestinamente causando alta morbilidad y mortalidad materna. Según la OMS anualmente se realizan 56 millones y el 45% en forma insegura. La polémica se ha despertado internacionalmente, motivada por movimientos femeninos exigiendo la legalización del mismo, lográndolo en la Argentina en y en forma gratuita, en diciembre del 2020, siempre que el mismo se induzca antes de la semana 14. Después de estas 14 semanas solo puede hacerse por violación o causas médicas

Sin embargo, algunas opiniones: Según la ONU Argentina se comprometió a considerar en el 2014 unas recomendaciones relativas al acceso de las mujeres a los derechos reproductivos, y algunas de ellas fueron no sancionar a mujer alguna que se hubiese sometido a un aborto por razones personales, por su parte, el comité de derechos humanos en el 2010 mostraba su “preocupación” por inconsistencias tribunalicias en la interpretación de la penalización del aborto establecido en el artículo 86 del Código Penal.

Nuestros países latinoamericanos consideran el aborto inducido como delito penal, influenciados por los preceptos cristianos. Recuerdo que, en una asamblea de la Federación Médica en Maracaibo, estado Zulia, Venezuela, se sostuvo una fuerte discusión, al final de la cual se concluyó que se debía reglamentar el aborto terapéutico porque había vacíos en nuestro Código Penal en su interpretación.

Como médico considero que hay que mantener los preceptos morales que nos fueron enseñados, aunque reconozco que la decisión es personal bajo la responsabilidad de la madre o de la pareja sopesando cuidadosamente todos los aspectos circunstanciales, tales como concepción indeseada, viabilidad dudosa, riesgo materno, etc. En todo caso tener muy presente la opinión de la religión católica que la mayoría profesamos antes de dar un paso de tanta trascendencia. Lo que no se puede aceptar es una juventud hedonista que irresponsablemente quiere abusar del sexo sin tomar las medidas de contracepción hoy al alcance de todos, y peor aun cuando por la situación socioeconómica de muchos países latinoamericanos, las adolescentes se están entregando a la prostitución, ofreciéndose incluso por las redes sociales, alcahueteado por sus progenitores, por un Estado que ha abandonado los programas educativos sobre educación sexual, que anteriormente eran promocionados en todos los ambulatorios, bajo la supervisión del MSAS.

La educación es factor medular no solo para evitar embarazos indeseados y los subsiguientes abortos clandestinos con su secuela de mortalidad, o cuando menos amputación materna. Una buena educación sexual funciona además como medida de protección contra enfermedades de trasmisión sexual (ETS), y del temido cáncer de cuello uterino que se lleva tantas madres jóvenes dejando sus hijos desamparados. Colofón: Como sociedad, nos corresponde involucrarnos en este problema pensando que solo es materia de religiosos y maestros.

Cosas veredes, Sancho.